Italia: Contra el pantano electoralista, por un POLO DE LA IZQUIERDA real

La Federación de la Izquierda está conformada por Refundación Comunista (grupo mayoritario en la Federación), el Partido de los Comunistas Italianos, Socialismo 2000 (escisión que se produjo cuando los Demócratas de Izquierda se transforman en el Partido Democrático) y por último, «Trabajo y solidaridad», surgida de ciertos sectores de la CGIL. El documento que sigue es la propuesta de los compañeros de Falce Martello, corriente marxista de Refundación Comunista.

El congreso fundacional de la Federación de la Izquierda tiene lugar en un momento crucial para nuestro país, y a nivel internacional. La crisis capitalista está lejos de haber terminado y comienzan a aparecer sus efectos políticos. En Italia, el gobierno de Berlusconi y su mayoría han entrado en crisis. A pesar del fracaso de la oposición parlamentaria para llevar a cabo una ofensiva seria contra la derecha en los últimos dos años, la fuerza de la crisis, el efecto de los acontecimientos en Grecia, y la obligación de aplicar las nuevas políticas de austeridad dictadas por Bruselas y Frankfurt, han hecho saltar por los aires las latentes contradicciones de la coalición de gobierno.

A falta de una alternativa clara por izquierda, el espacio abierto como alternativa a Berlusconi ha sido ocupado por distintos grupos burgueses. La crisis de gobierno implica también una crisis del sistema bipartidista, ya que incluso el Partido Democrático no es capaz de proporcionar un marco de gobierno capaz de conciliar  las diferentes demandas y conflictos que surgen de la clase dominante y, al mismo tiempo, recoger suficiente apoyo electoral.

Los poderes fácticos de Italia y de otros países están decepcionados por el fracaso de Berlusconi, a pesar de su amplia mayoría parlamentaria para llevar a cabo las «reformas» defendidas por ellos. Al mismo tiempo, no tienen intención de regresar a la debilidad y a la inestabilidad que caracterizaron a los gobiernos de centro-izquierda en los últimos 15 años. Hay una fuerte tendencia por parte de los tecnócratas del Gobierno a huir, siempre que sea posible, del control parlamentario, y no se excluyen periodos de este tipo, comparables a los gobiernos Amato, Ciampi y Dini durante los años 90. Es decir, más gobiernos de «sacrificios», de seguidismo de los dictados de los «mercados internacionales», los grandes bancos internacionales, y el BCE.

Sin embargo, este modelo no tiene  posibilidad real de apoyo en la sociedad y tendrá necesariamente corta duración. A pesar de que el Partido Democrático ha demostrado una incapacidad para gobernar el capitalismo italiano, es ahora una parte indispensable, aunque no suficiente, para generar una alternativa a Berlusconi que responda de manera más directa y fiable a los deseos de la clase dominante. Ya han iniciado las maniobras para construir una coalición «centrista» lo suficientemente grande como para poder aspirar a ser una alternativa de gobierno, que la ruptura entre Fini y Berlusconi hace menos improbable que en el pasado, aunque la fuerza electoral del primer ministro se mantiene.

En este marco se ubican los procesos de descomposición y recomposición de la oposición en el Parlamento. Sin embargo, independientemente y por debajo de los movimientos episódicos de las fuerzas políticas, corrientes y líderes, hay que destacar que sea cual sea la combinación de gobierno que se lleve a cabo, las políticas económicas y sociales que se ejecuten sobre bases capitalistas en la crisis actual, sin perspectiva de una ruptura, sólo serán políticas de austeridad: es decir, un ataque permanente y general sobre los logros de los trabajadores.

El estado del bienestar debe ser desmantelado; todo lo que puede producir beneficios ha de ser privatizado; el Estado debe intervenir sólo para proteger las ganancias y socializar las pérdidas; para mantener un puesto de trabajo habrá que trabajar más horas, más años, más intensamente y por un salario menor; los sindicatos deben ser «responsables» y gestionar estas políticas. Todos los gobiernos europeos, ya sean de derechas o izquierdas, han seguido esta línea, con matices únicamente según la mayor o menor profundidad de la crisis en sus países.

¿Alianza democrática?

Cualquier posibilidad de colaboración de la Izquierda con el PD y con las otras fuerzas burguesas que se oponen a Berlusconi está destinada inevitablemente a toparse con esta realidad. Incluso más que en los períodos de 1996-2001 y 2006-2008, cualquier tentativa de “influir” en esta formación y hacerla sensible a las reivindicaciones obreras y a las necesidades populares, está destinado a fallar estrepitosamente. Jugar con la fórmula “ayuda externa, apoyo técnico, coalición democrática, etc.”, significa simplemente organizar la enésima burla contra nuestro electorado y nuestros militantes.

También es evidente que la perspectiva de un gobierno de centro-izquierda, o de “unidad nacional”, que implemente una política de ataques, abre un espacio enorme para el crecimiento de las fuerzas de derecha y extrema derecha que, aferrándose a un demagogo discurso “antisistema”, podrían tener arraigo entre sectores populares afectados por la crisis y traicionados una vez más por el Centro. La única salida contra estos peligros es la construcción de un frente de izquierdas que organice la oposición social y política.

Por un agrupamiento de la izquierda.*

La tarea inmediata que tenemos delante es, por tanto, formar una agrupación de la izquierda, netamente distinta y contrapuesta, no sólo al centro-derecha, sino también a las alternativas democrático-burguesas ya mencionadas. De hecho, se trata de una tarea fundamental, la de dar un vehículo de expresión política al conflicto entre clases que está despertando en nuestro país.

Los acontecimientos de Pomigliano y Melfi [factorías de la FIAT] marcan el inicio de un cambio de tendencia. Después de la conmoción inicial provocada por la crisis, la avalancha de ERES, de los despidos y los cierres, los trabajadores comienzan a cerrar filas y a luchar. Debemos regirnos por esta perspectiva.

El conflicto de la Fiat, que sólo ha comenzado, ha demostrado la correlación real de fuerzas, que no se corresponde con la división en el Parlamento entre mayoría y oposición. Al lado de Marchionne [Director General de la Fiat] se han posicionado las centrales sindicales CISL y UIL, los grandes medios de comunicación, los partidos que están en el Parlamento, Gobierno y oposición –con la única excepción de  la inicial oposición demagógica de la “Italia dei Valori [el partido liderado por el ex juez Di Pietro], inmediatamente abandonada.

Sólo la FIOM [federación sindical de los trabajadores del metal, perteneciente a la confederación sindical CGIL] y los sindicatos de base han hecho campaña contra el chantaje de Marchionne, mientras que la dirección mayoritaria de la CGIL [la mayor central sindical] daba una puñalada por la espalda a los trabajadores instándolos a votar en el referéndum, y así acatar el plan de reestructuración impuesto por la Fiat.

El desarrollo posterior del conflicto, con los despidos de Melfi y las sucesivas negativas de la Fiat para aplicar la sentencia de reintegración de tres obreros, ha confirmado una vez más el despliegue de las fuerzas en el combate.

La tarea de la izquierda es fortalecer a nivel sindical el frente encabezado por la FIOM, que se ha negado no sólo con discursos sino con hechos a poner en venta los derechos de los trabajadores para “salir juntos de la crisis”. Debemos luchar para superar las dudas y los elementos de oportunismo en ese mismo frente, y al mismo tiempo ser conscientes del problema fundamental: no basta sólo con la oposición social, sindical.

Como la FIOM se ha negado a entrar en el sistema sindical neocorporativo acordado el 22 de enero de 2009 (la CGIL se ha negado a firmarlo, pero en realidad ha aceptado aplicarlo paulatinamente en todas las categorías),[i] del mismo modo es necesario que en el plano político se constituya un frente único que se oponga a una nueva política de colaboración de clases, tal y como la han propuesto el líder del PD Versan, y compañía.

La Federación de la Izquierda (FDS) sólo tiene sentido si se hace sobre estas bases. Hacerla de cualquier otra manera supondría una nueva edición, desmejorada, del Arco Iris [el desastre de la antigua coalición de gobierno bajo Prodi entre el Partido de la Refundación Comunista y el PD].

Es necesario por tanto romper con la orientación seguida hasta ahora, de subordinación al centro-izquierda, como se manifestó en las últimas elecciones regionales y posteriormente (propuesta de una coalición democrática contra Berlusconi). Tales proposiciones están siendo incorporadas por Véndola y su partido (Sinistra e Libertà). Si la FDS sigue por este camino, no hará otra cosa que continuar su declive en beneficio de “Sinistra e Libertà” y del PD.

El movimiento avanza

No sólo la resistencia de la FIOM, también el éxito de la recogida de firmas para el referéndum sobre el agua pública (un éxito no sólo numérico, sino también político, ya que el PD está acorralado, así como el IDV de Di Pietro en su falsa oposición en el Parlamento). Esto expresa que existe un enorme potencial para unirse en un frente de oposición sobre la base del rechazo de las políticas de privatización y precarización que han caracterizado los últimos 30 años, y que hoy son implementadas con más fuerza por la clase dominante en un intento de salir a flote de la crisis.

Este potencial debe ser fomentado y debe crecer, tanto en el ámbito de la movilización, como a nivel político y programático, lanzando de forma sistemática propuestas y plataformas que puedan conectar con el movimiento real desde una perspectiva anti-capitalista: reivindicaciones como la nacionalización del sistema bancario, el bloqueo de despidos, el sueldo a los desempleados, el salario mínimo interprofesional, la renacionalización bajo la supervisión de los usuarios y empleados públicos del inmenso patrimonio industrial  y de servicios privatizados o bajo la amenaza de la privatización (energía, transporte, telecomunicaciones, etc.). Estas reivindicaciones pueden ser formuladas en relación con el movimiento.

El punto clave es que no planteemos estas y otras consignas aisladamente, para luego adaptarlas al programa de una coalición dominada por fuerzas que expresan los intereses de otras clases, que dictan el «interés general». Esta lógica lleva necesariamente a vaciar y a distorsionar cualquier reivindicación. Debemos construir nuestro programa desde los niveles de resistencia y de conciencia existentes, trabajando para su crecimiento, en relación con la perspectiva anticapitalista y socialista a escala nacional e internacional.

Los límites políticos de la Federación

La crisis del Berlusconismo, y con ella la del bipartidismo, ha abierto el campo político; es, a su vez, un estímulo para la recuperación de la lucha de clases, pues revela las contradicciones de la clase dominante (producto de la crisis y de las contradicciones latentes en la sociedad italiana y a nivel internacional). Esto estimula  la reanudación de la lucha de clases, dada la condición de debilidad del oponente.

Más allá de nuevas ilusiones por agrupamientos neo-Olivistas [es decir, que quieren replicar la Coalición del Olivo], que sin duda afectan y afectarán en el futuro a sectores todavía importantes del movimiento obrero y la izquierda, el punto fundamental a tener en cuenta es que cualquier coalición alternativa, hoy en día, no puede hacer nada si no rompe con la  política de austeridad y ataque a las condiciones y derechos laborales. Por lo tanto existe un espacio de enorme potencial que la clase obrera puede y debe ocupar, un punto de referencia para una oposición social y política que, como inevitablemente en los últimos años ha debido enfrentarse a gobiernos de derechas, tendrá que oponerse también a las políticas neoliberales que dominan el centroizquierda.

Sólo de esta manera se puede resolver la contradicción más fuerte de la situación actual, es decir, la brecha entre la necesidad de un referente político que exprese los intereses de clase (como la FIOM intenta hacer, incluso con las limitaciones y deficiencias, en el ámbito de la CGIL) y el estado de desintegración de las fuerzas de izquierda, sometidas continuamente al PD. Sólo de esta manera, también vamos a tratar de aclarar el malentendido de lo que significa la aparición de “Sinistra e Libertà”, que es una fuerza que tiene como objetivo llenar el vacío existente, canalizando los conflictos sociales hacia la política de colaboración de clases, ya ruinosamente experimentada en los años 90 y 2000.

La diferencia fundamental debe ser aclarada y presentada de forma clara e inequívoca: por un lado los que están con las luchas de la FIOM, con los trabajadores precarios de la educación, con el movimiento por el agua pública, hasta el final y sin contradicciones; al otro lado, los que mantienen un pie en las luchas y el otro en el centroizquierda, y siempre están dispuestos a sacrificar las razones de los trabajadores a la lógica de las alianzas con fuerzas sociales antagónicas.

A falta de esta clara delimitación, es inevitable que la Federación de la Izquierda esté a remolque, arrastrada por “Sinistra e Libertà”, ya que representa mucho más coherentemente la hipótesis de un nuevo centro-izquierda. Esta dinámica, ya visible en los últimos meses, se debe detener y revertir, de lo contrario existe el riesgo de una desaparición completa de las fuerzas de la Federación, no sólo en las urnas, sino también en la conciencia general de la gente de izquierdas y los trabajadores.

¡Devolver la palabra a la base!

Por tanto, todas las opciones electorales están subordinadas a esta perspectiva de fondo y están puestas a su servicio. Parte de estas opciones debe ser un cambio radical de orientación respecto a la presencia institucional de la Federación en todos los niveles. Hay que ir instaurando normas, y sobre todo unas tradiciones y una conciencia política basadas en principios claros y simples: los cargos institucionales, a todos los niveles, deben ser indistinguibles de cualquier militante; tienen que vivir con el sueldo normal de un trabajador; deben ser seleccionados, y luego sometidos, a un control democrático y transparente por parte del conjunto de la militancia; deben ser, a todos los efectos, el megáfono del conflicto, sin otro estatus, como todavía sucede en la mayoría de los casos, que no sea el de los verdaderos depositarios de las orientaciones políticas de fondo.

Esta batalla no sólo es indispensable para garantizar eficacia y dotar de coherencia a los objetivos que proponemos a nuestra reducida presencia institucional, sino también para reafirmar sobre este terreno nuestra diferencia irreductible respecto a las fuerzas políticas dominantes.

Debe suprimirse la lógica del pacto, que hasta ahora ha presidido la vida de la Federación: prima la decisión de llegar a un acuerdo (sobre todo en el plano electoral), pues cualquier documento político tiene un objetivo meramente decorativo, evitando cuidadosamente todos los temas candentes. Este sistema fue inspirado por la esperanza de que fuera suficiente cierto grado de conciliación electoral para garantizar la presencia institucional, pero ha fracasado por completo.

Hay que poner en primer lugar el protagonismo de los compañeros y compañeras y la claridad en la orientación política. La Federación puede ser un instrumento cuyo valor se debe principalmente a la situación de la fragmentación de las fuerzas de izquierda y a las consecuencias de la derrota en 2008. No es y no puede ser la respuesta definitiva a los problemas a los que nos enfrentamos. Más bien debemos entenderla como una herramienta que se utiliza para crear el terreno más favorable para la iniciativa política y también para el debate y las aclaraciones necesarias, junto con la explicación de las diferencias: políticas, programáticas, teóricas, en un debate transparente. Todo lo contrario, por consiguiente, de lo que ha sucedido hasta ahora.

Sin esto, la federación se reducirá al miedo de un grupo de dirigentes fracasados, sin garantizar incluso la presencia institucional, que ha sido hasta ahora la única brújula que ha guiado el proceso.

* En 2007, los “Demócratas de Izquierda”, herederos del PCI , se convierten en el Partido Democrático, culminando su trasformación en un partido burgués “desideologizado y trasversal”. Es decir, abandonando sus últimos restos de ideario izquierdista. Por eso, cuando nos referimos a Izquierda, hablamos de las tendencias y organizaciones a la izquierda del PD, tanto sindicales (Fiom, CGIL), como políticas (Refundación Comunista y otras), o los movimientos sociales.


[i] Se refiere al Pacto Social anticrisis firmado por el gobierno de Berlusconi con los sindicatos UIL y CISL, para aislar a la CGIL.

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