Fukushima_I

Fukushima, el holocausto nuclear y el desarrollo energético

El doble infortunio natural (terremoto más tsunami) acontecido en Japón el 11 de marzo pasado hubiera hecho retroceder décadas a cualquier país pobre, como demostró el caso del terremoto de Haití del año pasado, posibilidad futura desgraciadamente bastante plausible, que se puede dar en varios rincones del planeta que no cuentan con mínimas inversiones en seguridad e infraestructuras básicas.

 

Los hechos también confirmaron cómo en Japón, paradigma del avance tecnológico durante décadas, la falta de inversión adecuada en elementos básicos de construcción y otras infraestructuras, motivó el que se diesen tragedias humanas que sí se podían haber evitado. El construir en primera línea de playa edificios a baja altura supuso una condena a muerte anunciada para miles de personas. La cifra de fallecidos y desaparecidos provocada directamente por ambos cataclismos, está en torno a las 28.000 personas.

 

Sin minimizar las terribles desgracias provocadas por esta doble acción de la naturaleza, quedan empequeñecidas con lo que está suponiendo, y va a suponer, la catástrofe nuclear que comenzó en la central nuclear de Fukushima I.

 

De hecho, a los 165.000 refugiados de las primeras semanas después de la catástrofe, hay que sumar cerca de 115.000 personas más que están siendo evacuadas desde mediados de abril, una vez que por fin el Gobierno japonés se avino a ampliar el área de evacuación hasta un radio de 40 Km alrededor de la accidentada central debido a los efectos de la radiactividad. También, tardíamente, el Gobierno japonés tuvo que reconocer que el accidente era del mismo nivel de gravedad que el de Chernóbyl.

 

¿Fue el terremoto el que dañó irremediablemente a Fukushima I?

 

El diseño e instalación final de tres de los reactores de la central fue realizado por General Electric hace décadas, según un modelo que fue puesto en duda por un informe oficial de los EE.UU. en 1972. Stephen Hanauer, experto de la Comisión de Energía Atómica de los EE.UU., pensaba que todos esos reactores debían ser cerrados. Eso hubiera significado un golpe terrible para la energía nuclear, pues existen actualmente otros 32 reactores similares funcionando en el mundo.

 

Días después del accidente del 11 de marzo, dos ingenieros que ayudaron a construir la planta de Fukushima I confirmaron en una conferencia de prensa que se cometieron graves errores en la construcción de la planta, de tal modo que muchos sistemas de seguridad y emergencia del diseño original, bastante imperfecto por otra parte tal como expusimos antes, ni siquiera fueron construidos en la planta por parte de la empresa propietaria, TEPCO.

Según la versión oficial, la central nuclear reaccionó bien frente al terremoto, pero sus sistemas de refrigeración fueron dañados por el posterior tsunami. Esto hizo que en los cuatro reactores que, según la versión de TEPCO, estaban en activo (de los seis que tiene la planta) no se controlase la temperatura del combustible nuclear por falta de refrigeración.

 

Ante la subida de temperatura de los reactores, para evitar un estallido de los mismos ante la subida de su presión, la compañía soltó vapor acumulado dentro. Pero, debido a los criminales errores habidos en el diseño y construcción de los reactores, no se evacuó correctamente el vapor, produciéndose en días diferentes una explosión de hidrógeno dentro de los edificios que contenían a los reactores números 1,2 y 3.

 

Si los sistemas de refrigeración de emergencia no hubieran sido inutilizados por el maremoto la central se hubiera salvado. Esta es la versión de TEPCO, del Gobierno y de la OIEA (Organización Internacional de la Energía Atómica). Hay pruebas que ponen esta versión en entredicho:

 

  • Las junturas de la piscina de desechos radiactivos del reactor 4 (donde se almacena el combustible usado) están afectadas y son un coladero, lo cual es mucho más probable que sea debido al terremoto que al tsunami. Estas piscinas están construidas irresponsablemente encima de los reactores (¡Para ahorrar costes!).

  • Se encontraron piezas rotas de barras de combustible fuera del reactor 2. En ese mismo reactor durante muchos días hubo una grieta por la que se vertieron al mar cantidades enormes de agua radiactiva. Todos estos daños encuentran una mucho más fácil explicación en un terremoto.

 

Estas y otras pruebas llevan a pensar que la central sufrió graves daños estructurales debido al terremoto, lo que la compañía probable e irresponsablemente ocultó con la complicidad del Gobierno japonés. La razón tiene que ver con que, tanto Fukushima I como cualquiera de las últimas y más modernas centrales construidas en Japón, son susceptibles de ser inseguras frente a cataclismo similar, o incluso más débil, que pueda ocurrir en un próximo futuro, tal como demuestran evidencias anteriores.

 

Después de 40 días de crisis nacional, en una amplia encuesta realizada, un 58% de los japoneses entrevistados afirmaron no creer la información del Ejecutivo sobre el accidente.

Antecedentes y posteriores accidentes. Ninguna nuclear es segura

 

40 días después del terremoto original, se han dado más de mil réplicas del mismo, alguna en torno a los 7 grados en la escala Richter. Una de dichas réplicas originó daños en cuatro puntos diferentes de otra central nuclear, la de Oganawa. Dicha central recibió una sacudida un 10% por encima de sus límites de diseño. Varias réplicas de esta magnitud se esperan en los próximos meses.

 

El mismo problema aconteció en el 2007 en la central nuclear de Kashiwazaki Kariwa, la mayor del mundo, con siete reactores, también propiedad de TEPCO. Acabada en 1996, es mucho más moderna que la de Fukushima I. Entonces, en el 2007, se dispersaron más de 1000 litros de agua contaminada y hubo ocho muertes. Además ¡La planta se había construido encima de una falla sísmica! TEPCO dijo que no tenía constancia de la presencia de la falla. Pero ese desconocimiento lo que revela es la falta clamorosa de estudios rigurosos en el país que conjuga el nivel tecnológico mayor del planeta, junto con uno de los riesgos sísmicos más elevados, lo cual raya en lo criminal. Otra planta nuclear, la de Tokai, también está en la unión de dos fallas locales.

 

Como se ha demostrado en centenares de artículos, las filtraciones de Wikileaks prueban cómo los diferentes Gobiernos japoneses conocían estas situaciones irregulares desde hace décadas y las consentían, así como también propiciaron el ocultamiento sistemático de centenares de incidentes de seguridad de todo tipo. Esta no era una práctica de TEPCO, sino de todas las empresas eléctricas japonesas.

 

TEPCO y la apuesta energética nipona

TEPCO es la primera compañía eléctrica en Asia y la quinta mundial. Su capacidad de producción eléctrica está centrada fundamentalmente en las centrales térmicas y las nucleares. Su producción eólica o solar es residual. Este reparto de cuotas en la producción eléctrica es representativo del de otras empresas eléctricas del país y tiene su explicación.

El petróleo suministraba en 1970 cerca de un 60% de toda la electricidad de Japón. La llamada “crisis del petróleo”, en los años 70, evidenció su dependencia de los hidrocarburos. Para el capitalismo nipón se convirtió en una cuestión de Estado el limitar todo lo posible esa dependencia. Se consiguió: ahora el petróleo sólo provee cerca de un 10% de la electricidad. En cambio, hasta el mes de marzo, los 54 reactores nucleares concentrados en 18 centrales, producían anualmente el 29% de la energía eléctrica producida por el país.

La falta de combustibles fósiles llevó a la apuesta nuclear japonesa. Esta consecuencia se transformó en causa, provocando el reforzamiento del lobby nuclear. Con las tremendas inversiones que exige la construcción de cada reactor nuclear, se convierte en una cuestión de supervivencia para cada compañía eléctrica el maximizar el rendimiento de cada central nuclear.

De ahí que se haya tendido a construir grandes centrales nucleares, como las mencionadas, con varios reactores cada una de ellas. El problema surge cuando se da un accidente en uno solo de los reactores, pues entonces fácilmente (como evidencia dramáticamente Fukushima I), los problemas de un reactor se trasladan al resto. Nuevamente, el obtener el máximo rendimiento económico de los propietarios se pone por encima de la seguridad colectiva. Sucede lo mismo con la ubicación de tantos reactores al lado del mar en el país que dio nombre al tsunami. La razón estriba en que no hay que pagar por el agua del mar, sale muy barata, rebaja costes y aumenta beneficios, especialmente en un país sin ríos de caudal importante.

Daños económicos para Japón y la economía mundial

 

Algunos analistas han comparado la situación actual a la que provocó el terremoto de Kobe en 1995, vaticinando, como ocurrió entonces, una sólida recuperación económica tras la fase de destrucción. Pero las circunstancias no son las mismas.

 

El capitalismo japonés está en crisis desde hace dos décadas debido a la digestión de la burbuja inmobiliaria, avalada por el Estado, que estalló a principios de los 90. Con una deuda pública que supera el 220% de su PIB, el Estado japonés vio rebajar este enero, por vez primera en las últimas décadas, la valoración sobre su deuda soberana.

 

 

El 11 de abril, el Gobierno japonés estimaba que el daño material, sólo por el terremoto y tsunami, podría sumar unos 210.000 millones de euros, por lo que sería el desastre natural más costoso del mundo. Esa cantidad supone el 5% del PIB japonés.

 

La estimación cubre sólo los daños a casas, fábricas e infraestructuras. Pero excluye actividades económicas, pérdidas por cortes de energía, los costos en franco aumento por los daños a la planta de energía nuclear de Fukushima I, el reflotamiento de TEPCO (probablemente a cargo del Estado), las millonarias compensaciones,… Todos estos últimos daños van a ser muy cuantiosos, quizás lleguen a suponer un importe del mismo calibre que la cifra anterior.

 

El FMI consideró el 11 de abril que la incertidumbre sobre el futuro de la economía japonesa es «enorme». Toyota, primer constructor mundial de coches, anunció la reducción en un 50% de su nivel de producción en Japón entre el próximo 9 de mayo y el 3 de junio. La lista de multinacionales japonesas afectadas es enorme.

 

Una parte importante de la producción industrial nipona se procesa en Japón, para finalmente ser ensamblados en plantas de montaje del resto de Asia, fundamentalmente China. En este sentido, el FMI hizo hincapié en que el impacto de la crisis japonesa, debido a la alteración en la cadena global de suministros, tiene el potencial de ser «más importante» para la economía.

 

El modelo japonés entró probablemente en una nueva crisis. Varias centrales nucleares deben ser cerradas. Esto plantea un alza decisiva sobre los costes energéticos de las industrias, buena parte de las cuáles pueden pensar en deslocalizar parte de la producción. Evidentemente, va a haber resistencias a admitir esta situación ¡Ha habido resistencias a admitir esta situación durante la presente crisis!

¿La presión económica agravó el tratamiento del accidente?

 

En Japón se considera un hecho probado que la actuación de la multinacional eléctrica durante las primeras 24 horas, antes de la primera explosión, estuvo motivada más por el intento de conservar viable la central desde un punto de vista económico, que en atajar radicalmente la posibilidad de una complicación, como finalmente sucedió.

 

Más tarde, la cadena de explosiones e incendios que se dieron en diferentes instalaciones de la central nuclear, alejadas las unas de las otras, el único denominador común que encuentran como explicación tiene que ver con la mezcla de una falta de planificación clamorosa y un ocultamiento de información criminal, junto con los fallos de diseño originales y de seguridad para ahorrar costes.

 

Son conocidos los gritos del primer ministro japonés al representante de TEPCO después de una de las explosiones. Pero después el Gobierno japonés ha consentido errores de bulto en las mediciones, nuevas improvisaciones, declaraciones contradictorias, tergiversaciones… El que el Gobierno japonés no haya tomado el control de la situación, apartando a la empresa de en medio de un desastre internacional mayúsculo, es una evidencia de cómo el Ejecutivo nipón no es más que un mero apéndice del poder de las multinacionales de su país. Se ha estado fiando toda la acción, reiteradamente, a no tomar medidas radicales que pudieran cuestionar la esencia del sistema, una vez controlada la situación. Pero ¿Cuándo se controlará la situación? Constantemente se ha estado improvisando en este sentido.

 

Los partidos de izquierda japoneses, socialdemócrata y comunista, han pedido el establecimiento de una comisión independiente para investigar todo el proceso desarrollado. Debido a la importancia de este acontecimiento, todas las organizaciones obreras internacionales, deberían poner este asunto en su agenda de prioridades.

 

El diseño básico de esta central (es decir, el de otras muchas), se demostró obsoleto, poniendo en riesgo al mismo funcionamiento de la producción económica. Es una muestra más de la decrepitud del capitalismo en la propia industria que debería ser más segura, en el país tecnológicamente más avanzado.

 

Estas centrales deberían ser cerradas de inmediato. Sin embargo, esto pondría contra las cuerdas a casi todas las grandes eléctricas japonesas, con consecuencias importantes para el resto de multinacionales exportadoras japonesas. Esto, a su vez, también afectaría a esta industria a nivel mundial, y a la producción de mercancías mundial a corto plazo. Evidentemente, cuando pase la crisis, el lobby energético, junto a otros sectores de la industria, pondrán toda su influencia encima de la balanza para que cierren el mínimo de centrales nucleares.

Un Chernóbyl a cámara lenta

 

Las autoridades francesas estimaron el 23 de marzo, que Fukushima I había liberado ya una décima parte de la radiactividad que liberó Chernóbyl. A finales de marzo, el Instituto Central de Meteorología y Geodinámica de Austria, una institución oficial que utiliza los mismos datos de la OIEA (Organización internacional de la Energía Atómica), afirmó en un estudio que las emisiones de Fukushima I ascendían “al 20% de Chernóbyl en yodo-131 y a, entre el 20 y el 60%, en cesio-137?, los dos elementos (o radionucleidos) más volátiles desprendidos de la central. Días después se elevaron aún más estas cifras, que ponían en la picota los desesperados intentos de TEPCO, el Gobierno japonés y la propia OIEA (defensora del lobby de la industria nuclear) por minimizar las consecuencias del accidente.

 

Uno de los responsables de este instituto, Gerhard Wotawa, indicó que es «llamativo» que nunca se haya registrado un espectro tan amplio de radionucleidos desde el inicio de las mediciones en esa estación, en 1998.

 

Lo que fue “llamativo”, a partir de entonces, fue el apagón informativo que sobrevino sobre el instituto austríaco y sobre el propio Wotawa, que ya no volvieron a publicar ningún nuevo informe público. Por otra parte, ningún estudio serio refutó las afirmaciones del instituto austríaco. Los más de 50 institutos o comisiones nucleares de otros tantos países con instalaciones nucleares, todos ellos “independientes”, se niegan a publicar los datos obtenidos sobre las mediciones de radiaciones nucleares.

 

Yuri Andreyev, responsable de descontaminar Chernóbyl, de 1986 a 1991, consideró que el organismo de la OIEA «es muy cercano a los intereses de la industrial nuclear» al proceder la mayoría de sus expertos de empresas del sector. En palabras de Andreev: «Después del accidente de Chernóbyl, le dije al entonces director del OIEA, Hans Blix, que era necesario crear una organización cuya función fuera tratar con accidentes pero, evidentemente, no se ha creado”.

 

Lo cierto es que hay un apagón informativo consciente desde fines de marzo a la hora de reconocer la gravedad de los hechos acontecidos que ya están teniendo importantes consecuencias políticas y económicas a nivel mundial.

 

En el estado español, fue Eduard Rodríguez-Farré, radiólogo del CSIC español, el primero que utilizó la expresión de que Fukushima “se parece a Chernóbyl a cámara lenta”. Si en los primeros días el Gobierno japonés anunció que había habido fusión parcial del núcleo atómico en uno o dos reactores, ahora los datos parecen indicar que el daño afecta a los 4 reactores accidentados.

 

Situación actual de los reactores y de la central

REACTOR 1. The Wall Street Journal citó al Departamento de Energía de EE.UU. que ha dicho que hasta un 70% de las barras de combustible del reactor han sido dañadas. Confirmado por el Gobierno japonés tres semanas más tarde. La temperatura en dicho reactor se mantiene muy alta y ha llegado a aumentar la presión en el mismo ¡Un mes después del accidente!

REACTOR 2. Según El País (31-03-2011): “Ya ha habido fusión (al menos parcial) y ha salido porque la contención se ha roto.”. El 6 de abril, Greenpeace, incidía sobre esto, al comentar cómo diferentes medios valoraban el que parte del núcleo del reactor 2 se hubiese filtrado hacia la parte inferior de la estructura de contención. Se ha encontrado Tenecio 99, que solo se libera cuando hay fusión de las barras de combustible.

REACTOR 3. El OIEA afirmó que era probable que estuviese dañada la contención del reactor 3, el que usa como combustible una parte de plutonio, lo que lo convierte en mucho más radiactivo que el resto. Se encontraron, de hecho, rastros de plutonio en diferentes lugares de la central.

REACTOR 4. TEPCO desveló que la parte superior de la piscina de combustible usado ha alcanzado repentinamente niveles de radiación muy altos y que la temperatura ha aumentado. Eso confirma que las barras de combustible han sufrido daños recientes. Según Greenpeace: “se han encontrado ‘isótopos inesperados’, de acuerdo con TEPCO (TEPCO no explica cuáles son).

* Se ha detectado estroncio-90 fuera del área de seguridad de 30 km. Confirmado por el OIEA. El estroncio es altamente tóxico por inhalación y no es detectado por la mayoría de los dosímetros.

* Un informe filtrado por ingenieros del Gobierno de los EE.UU. pone de relieve la crítica situación de la central nuclear a mediados de abril: el combustible de los reactores y de las piscinas de combustible gastado está muy dañado. Parece muy probable que parte del combustible se haya fusionado. También se ve que la refrigeración no está siendo efectiva y que puede haber grandes tensiones térmicas en las vasijas de los reactores. Debido a todo esto, el riesgo de fallo en la contención y que se produzcan más explosiones de hidrógeno sigue siendo muy elevado.

 

Con lo poco que sabemos, Fukushima I es, como poco, potencialmente peor que Chernóbyl: en Chernóbyl había 190 toneladas de combustible en el núcleo del reactor que estalló; en Fukushima I las toneladas son 1760 entre los cuatro reactores.

 

Chernóbyl llevaba funcionando desde 1977. En 1983 concluyeron el cuarto reactor. La central se cerró en el momento de la explosión, en 1986. Creó muy pocos desechos. Fukushima I, en cambio, entró en funcionamiento en 1971 (en 1976 el cuarto reactor, y luego dos más aún), con reactores de más capacidad, y ha estado funcionando hasta ahora: las piscinas donde se guardan los desechos altamente radiactivos albergan una cantidad enorme de ellos.

Perspectivas

 

El Gobierno japonés y TEPCO advierten sobre que «se tardarán meses» en lograr controlar las fugas radiactivas de la planta de Fukushima I y otros varios meses (según ellos, hasta nueve meses en total) para llevar los reactores a «parada fría». Hay varios planes, bastante difíciles de llevar a cabo en las circunstancias actuales: hay continuas replicas de terremotos que agrietan continuamente la central; en medio de una radiactividad enorme; con varios núcleos de reactores en fisión que arrojan continuamente “nucleótidos inesperados”…

 

Debido a la radiactividad y a la destrucción de los circuitos eléctricos, la única manera de enfriar los reactores es vertiendo agua. A mediados de abril había 60.000 toneladas altamente radiactiva, mucho más difícil de tratar que los desechos sólidos. Van a construir fosos donde echar esta agua, que se vierte continuamente al mar y al subsuelo. En un pozo alejado de la central, a un kilómetro de profundidad encontraron una gran radiactividad, una prueba evidente de que la contaminación llegó a la capa freática.

 

Lo más sencillo que se puede decir de los planes de la empresa y del Gobierno, que cambian cada día, es que hay una improvisación total y desprenden una falta de seguridad clamorosa en lograr dominar lo indómito: una reacción nuclear descontrolada.

 

Hay una falta de seguridad, en primer lugar, para los “héroes de Fukushima”, los centenares de trabajadores que con muy pocos medios están afrontando tareas inhumanas, sacrificados por la empresa.

 

Deseamos y esperamos firmemente que la situación en Fukushima I se estabilice y solucione cuanto antes. Ahora bien, el hecho de que quienes están al mando de los operativos se han revelado reiteradamente como unos ineficaces e irresponsables, nos lleva a estar altamente alarmados. La situación está lejos de estar controlada.

El futuro de la energía nuclear

 

La pregunta que también tenemos que hacernos es si podemos permitir que la energía nuclear esté en manos de compañías que anteponen sus mezquinos beneficios al bienestar y seguridad de la colectividad.

 

El almacén de Handford, en el estado de Washington, EE.UU., es el mayor vertedero de desechos nucleares en el mundo. El recubrimiento de los barriles de residuos se degradará mucho más rápidamente que los desechos que contienen, que durarán muchos miles o decenas de miles de años. El tratamiento de estos residuos es una condena para las futuras generaciones. Lo más escandaloso de este asunto es que una buena parte de estos desechos ¡Se depositan al aire libre!

 

Pero, si esta es la situación en el principal cementerio nuclear del país más poderoso del planeta ¿Qué decir de otros lugares mucho más desconocidos? En la paradisíaca isla de Annobón, en la Guinea Ecuatorial del dictador Obiang tomada por las empresas norteamericanas y chinas, hay un cementerio nuclear que alberga millones de toneladas de desechos nucleares europeos y norteamericanos.

 

Ninguna nuclear bajo el capitalismo es segura. Hay que exigir un plan para el cierre de todas las centrales nucleares a medio plazo.

 

Pero, al mismo tiempo, la humanidad no puede renunciar a sus avances en investigación nuclear que son útiles para el hombre y aún para el medio ambiente: la investigación nuclear es la que también produce radioisótopos capaces de curar un cáncer, o la investigación en mil y un campos de la ciencia.

 

Igualmente, debemos reflexionar sobre el conjunto del sistema de aprovechamiento energético. Si desastres como el de Chernóbyl o el de Fukushima I revelan la rapidez con la que actúa la energía nuclear descontrolada, poniendo la vida en peligro para millones de personas en muy poco tiempo, la extensión de la energía térmica supone igualmente “la muerte lenta” del planeta.

 

La reflexión final que hay que hacer tiene que ver con lo que significa para el futuro de la humanidad el sistema capitalista, basado en la anárquica explotación descontrolada de los recursos sin ningún tipo de previsión ni planificación en aras del beneficio individual.

Socialismo y medio ambiente

 

Algunos compañeros en el campo de la izquierda defienden la idea del “decrecimiento”, planteando ideas tales como que:

 

“El capitalismo ha ido demasiado lejos en lo que respecta al crecimiento de las fuerzas productivas materiales… de la necesidad imperiosa de producir y transportar menos con el fin de consumir radicalmente menos energía para asegurar la supervivencia del planeta”.

 

Esta idea parece entroncar, en algunos recovecos al menos, con el maltusianismo, que afirma que los recursos crecen en menor proporción que el crecimiento de la población humana.

 

En primer lugar, afirmamos que el capitalismo dilapida una parte decisiva de sus fuerzas productivas potenciales al mantener ociosos a centenares de millones de trabajadores. Los más de 4,6 millones de asalariados en paro existentes en el Estado español podrían producir, si se incorporasen al trabajo con un nivel de productividad medio, en torno a una tercera parte más del PIB anualmente.

 

En segundo lugar, el socialismo supone un nivel de productividad superior al capitalismo: es decir, la nacionalización de los grandes medios de producción, junto a la planificación de la economía, supondrán un avance y un mejor aprovechamiento de los recursos.

 

El capitalismo ‘revoluciona incesantemente la producción’. Los que defendemos la causa del socialismo seremos superiores, si y solo si, la revolucionamos aún más. Pero esto no es ninguna utopía. En cualquier sector económico, hay diferentes multinacionales emprendiendo costosísimas investigaciones en competencia mutua y de espaldas las unas a las otras: simplemente, con una unificación del esfuerzo investigador, el avance sencillamente sería cualitativo.

 

Lógicamente, hay una justificada preocupación sobre que un crecimiento basado en la dilapidación actual de los recursos del planeta, lleva a todo tipo de derroche y desastres.

 

En concreto, para frenar el calentamiento global, se impone un mejor aprovechamiento energético. Pero la humanidad siempre obró maravillas a la hora de solucionar sus problemas. Hace apenas un par de décadas, la producción de electricidad en base a las energías llamadas renovables era irrisoria. Sin embargo, en los últimos años, el rápido crecimiento de las energías renovables (eso sí ¡Con subvenciones públicas a la inversión privada!) está cambiando este estado de cosas. En nuestro país, las renovables suministraron en 2010 un 35% de la electricidad.

 

Con un cambio de visión en la forma de producir (productos más eficaces, más duraderos, que puedan arreglarse, mucho mayor reciclaje…), con una educación y forma de organización de la sociedad que se inserten en esta visión de las cosas, el coste sobre el planeta será radicalmente menor.

 

Los grandes campos dedicados a producir combustibles para etanol los dedicaremos nuevamente a bosques; se reiniciará un plan para plantar en la sabana subdesértica, y en el propio desierto…

 

Con un incremento del nivel de vida y cultural, habrá un desarrollo de la humanidad más armonioso y equilibrado con el medio ambiente.

 

Para esto hace falta controlar los recursos económicos que nos permitan gestionar y planificar el desarrollo global de la sociedad, lo que va vinculado a la consecución de una determinada forma de organizar la sociedad plenamente democrática que tiene nombres y apellidos, se llama SOCIALISMO.

 

La planificación socialista y armoniosa de los recursos productivos acabaría en un tiempo histórico relativamente rápido con el tipo de contradicciones señaladas, sellando una relación sana entre la humanidad y el medioambiente de una manera positiva para ambos. El desarrollo de la humanidad no está reñido con el respeto al medioambiente. El uso mezquino de este último para satisfacer los intereses de unos pocos, propio del capitalismo, sí.

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