Feminicidios: ante el fracaso institucional, acción directa de masas
La cifra de feminicidios en 2023 amenaza con ser la más elevada de los últimos años. Ya son 52 las mujeres asesinadas hasta el 15 de octubre, superando los asesinatos habidos en 2022 (49), a falta de 2 meses y medio para terminar el año. En los últimos 20 años se han aprobado varias leyes que tenían como fin proteger a las víctimas del maltrato machista y asistirlas. Sin embargo, la lacra continúa año tras año sin que cambie nada sustancial. Ante esto, ¿qué se puede hacer?
La violencia machista forma parte del problema general la opresión de la mujer, que el capitalismo profundiza y eterniza, a través de la esclavitud del trabajo doméstico y del cuidado familiar, con los trabajos peor retribuidos, y con el grado mayor que padecen las mujeres de la clase trabajadora y de otros sectores sociales postergados en su marginación de la vida social y cultural. A esto debe añadirse la sexualización de su figura, potenciada por los negocios capitalistas de la cultura de masas (música, moda, cine, etc.). Todo esto se agrava en la etapa específica actual de violencia extrema, guerras, barbarie y degradación moral y social, que sacude al capitalismo y que se ceba contra los pobres, los emigrantes y las mujeres.
El problema de la violencia machista es irresoluble bajo el capitalismo. Incluso las medidas más avanzadas de: juzgados especiales, subsidios, casas de acogida, o medidas de protección, se quedan cortas antes los recortes, la falta de presupuestos y de personal. Incluso aquí, la desgana y deshumanización de la administración son patentes, como recogía un reciente artículo de El País sobre las condiciones de las casas de acogida para mujeres maltratadas en una de estas casa en Málaga, gestionada por una empresa privada con fondos públicos de la Junta de Andalucía. Y este caso, no debe ser una excepción.
Desde la Administración se culpa a las víctimas, muchas de ellas ya asesinadas, por no haber denunciado previamente su maltrato, como si enfrentarse en soledad a los miedos, a las incertidumbres, a las consecuencias para los hijos y sus condiciones de vida, fueran “pecata minuta” para estas mujeres trabajadoras o de bajos recursos. Claro que esto no tiene importancia para las funcionarias y políticas “progres” de clase media, con su vida perfectamente resuelta. Sin duda, si las mujeres que padecen esta lacra vieran resultados tangibles y reales a su favor con las denuncias de las demás mujeres, seguramente lo harían masivamente. Pero esto es justamente, lo que se echa en falta en la actual situación. Ya la realidad es que muchas de las mujeres asesinadas ya habían denunciado a sus maltratadores, lo que revela la impotencia, cuando no la complacencia, del aparato administrativo, policial y judicial con el machismo reinante. En las comisarías de policía se justifican repitiendo cansinamente la misma cantinela: “no podemos poner un policía detrás de cada maltratador denunciado”.
El institucionalismo burgués ha fracasado y la clase trabajadora, comenzando por la mujer trabajadora, debe tomar su destino en sus manos.
Digamos la verdad: lamentablemente, ninguna organización de mujeres o feminista, ni las oficiales ni las más izquierdistas y «combativas» plantea ninguna alternativa real, salvo la queja o la culpa abstracta al capitalismo.
Pero la alternativa es clara: solo cabe la acción directa de masas a través de la movilización activa. Quienes deberían tomar la iniciativa deben ser las asociaciones de mujeres implicadas en la lucha, que demuestren realmente la utilidad de su existencia más allá de la queja impotente. Pero esta no es una lucha solo de mujeres, sino de todos los oprimidos que debemos prestarnos ayuda mutua, igual que nos movilizamos contra la explotación laboral que sufren otros, contra el racismo o las guerras imperialistas. En particular, la participación de hombres junto a mujeres será la mejor manera de implicar a los primeros en la problemática de las segundas y de estrechar lazos solidarios entre ambos géneros, dentro del campo de la clase trabajadora. Esta movilización y concienciación debe dar cabida a los sindicatos, asociaciones vecinales, partidos de izquierda y movimientos sociales.
Una iniciativa podría ser organizar asambleas vecinales en los barrios donde haya ocurrido algún caso de violencia machista, para discutir este tema y debatir propuestas de acción. Una de estas iniciativas podría consistir en elaborar un censo de mujeres afectadas, hayan presentado o no denuncia policial, para que ingresen voluntariamente en una red de apoyo y defensa vecinal que incluya la vigilancia del domicilio de la víctima y del potencial agresor por los propios vecinos, y el acompañamiento personal cada vez que se solicite. Otra de las medidas a plantear seria convocar protestas pacíficas y bien organizadas frente a los domicilios de los maltratadores y potenciales asesinos, haya o no denuncia previa, para introducir la presión social sobre estos agresores, algo ausente actualmente, y que se sientan observados por mil ojos cada vez que salen a la calle, de manera que eso actúe como un efecto disuasorio en su comportamiento violento. También se puede organizar el alojamiento ocasional de víctimas en casas de vecinos hasta echar al maltratador del barrio o conseguir alternativa habitacional institucional, etc. Obviamente, pueden caber más reivindicaciones.
Sabemos que no podremos terminar completamente con este problema bajo el capitalismo, pero sí mostrar a las mujeres afectadas y a capas amplias de nuestra clase el camino de la lucha, de la confianza en nuestras fuerzas y de la autoorganización, como el método más efectivo, para resolver los problemas sociales, o disminuirlos, siendo la asistencia del Estado un complemento o subproducto de la lucha.
No nos cabe ninguna duda de que si se popularizaran un par de ejemplos prácticos en estas líneas en algún barrio, por redes sociales y medios informativos, esta metodología se extendería rápidamente cambiando dramáticamente el ambiente social sobre esta lacra, y la burguesía entraría en pánico por el ejemplo de lucha y autoorganización popular que podría ser dirigido también contra otras lacras del capitalismo.
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