Estrategia socialista y poder obrero – Una aportación al debate con el Movimiento Socialista (III) Los comunistas y la lucha por reformas
La cuestión de cómo enmarcar la lucha por reformas bajo el capitalismo con la necesidad de ir más allá y luchar por el socialismo ha ocupado una parte muy importante de los debates y las tareas del movimiento comunista mundial desde su nacimiento.
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Los comunistas y la lucha por reformas
La cuestión de cómo enmarcar la lucha por reformas bajo el capitalismo con la necesidad de ir más allá y luchar por el socialismo ha ocupado una parte muy importante de los debates y las tareas del movimiento comunista mundial desde su nacimiento.
Sobre este punto general, no existen diferencias entre el Movimiento Socialista y la Corriente Marxista Internacional. Estamos de acuerdo en que la lucha por reformas debe servir para hacer consciente a la clase obrera de su papel y de su poder en la sociedad, a fin de elevar su horizonte hacia la necesidad de la colectivización de los medios de producción para alcanzar el socialismo.
Dicho esto, observamos en las posiciones del MS una división muy rígida en la lucha por las reformas. Así, en un artículo de Horitzó Socialista que analiza la posición de los comunistas ante la enseñanza pública, se afirma:
“No se trata sencillamente de observar si el proletariado participa o no de una experiencia de lucha para validarla, sino de estudiar si lo hace bajo coordenadas políticas adecuadas” (énfasis en el original. Centres educatius i lluita de classes (I))
En nuestra lectura de los materiales de los compañeros del MS observamos que sólo consideran válidas aquellas luchas parciales que desarrollan, o tienen el potencial de desplegar, un contenido socialista, a diferencia de aquéllas que, en principio, no cuestionan las bases del régimen capitalista; o bien formulan simplemente reivindicaciones generales, sin concretar ni desarrollar, o las remiten directamente al socialismo.
Por ejemplo, los compañeros del Espacio por el Proceso Socialista, al plantear su posición sobre el problema de la vivienda, afirman:
“Para muchas luchas actualmente existentes, sus fines concretos sólo pueden lograrse mediante el socialismo como medio. Por ejemplo, podemos hablar en este punto sobre el problema del acceso a la vivienda, que hoy nuestra clase sufre de manera tan evidente, el cual nosotras consideramos que sólo puede resolverse haciendo efectivo su acceso de forma gratuita y universal, algo imposible de conseguir dentro de los límites de la lógica capitalista y que necesita de la construcción del socialismo (esto es, de unas nuevas relaciones sociales que subordinen las fuerzas productivas a las necesidades humanas y pongan bajo control consciente y colectivo la totalidad de recursos naturales y sociales). Así, el socialismo, como fin y medio al mismo tiempo, como tensión permanente entre el objetivo final que nos proponemos y los pasos necesarios para llegar a este” (Sobre medios y fines. Reflexiones para el momento político).
También se pueden apreciar estas posiciones en un documento reciente de los compañeros de Gazte Koordinadora Sozialista (la organización juvenil del Mugimendu Sozialista), titulado Propuesta política para la juventud trabajadora. Es un documento excelente en muchos aspectos. Expone en contornos muy claros y enérgicos la situación de precariedad y de explotación de la juventud trabajadora, los problemas de acceso a la vivienda, la degradación educativa, la represión policial y social, o la basura cultural que nos proporciona la burguesía, donde los compañeros denuncian de manera acertada la hipersexualización y degradación de que es objeto la mujer en el ámbito artístico y musical como elemento que estimula el maltrato y la violencia machista, entre otros aspectos. Sin embargo, llama la atención que no se aporte ninguna reivindicación concreta inmediata, por la que se deba luchar y conquistar aquí y ahora, sino que igualmente se remite directamente a luchar por el socialismo, o a luchar en general.
Por ejemplo, en el punto 2, titulado: “Acabar con las condiciones laborales precarias de la juventud” (pág. 21), plantean:
“Como resultado de la reivindicación anterior [las mismas condiciones laborales para todas las personas], debemos acabar con el abuso y la explotación que se dan dentro de la clase trabajadora. En lo que respecta a la juventud trabajadora, muchos empresarios se aprovechan de nosotros y nosotras para aumentar sus beneficios económicos. Así, nos destinan a realizar trabajos más duros y peligrosos, nos obligan a hacer horas extras (que no siempre pagan), nos condenan a trabajos temporales, a trabajar en negro, etc. Destacar que acabar con todo esto implica poner fin a la explotación de una clase sobre otra, y así debemos plantearlo”.
En la página 19 de dicho documento se formulan una serie de reivindicaciones por las que debemos luchar ahora, y que nos parecen totalmente correctas, como: Mismas condiciones laborales para todas las personas, Acabar con las condiciones laborales precarias de la juventud, Garantizar los medios de vida básicos, Crear condiciones para el libre desarrollo personal y el disfrute del tiempo libre, Luchar contra la destrucción del medio ambiente, Acabar con la criminalización y la represión contra la juventud trabajadora, o Luchar por los derechos políticos, entre otras; pero están formuladas de manera muy general y abstracta, sin puntos ni objetivos concretos que actúen como una palanca para la movilización.
En nuestra opinión, por ejemplo, no basta con agitar la consigna; “Garantizar los medios de vida básicos” y decir que hay que luchar por ella. Tal cual está formulada dicha consigna carece de escaso poder movilizador si no se le asignan objetivos concretos, como podrían ser: un salario mínimo de 1200€, subsidio de desempleo para todo trabajador en paro igual al SMI, que el alquiler o la hipoteca de una vivienda no supongan más del 10% de los ingresos familiares, etc.
Estamos de acuerdo con los compañeros con que la lucha por el socialismo no puede dejarse para una hipotética “toma del poder”, indeterminada en el tiempo, sino que empieza aquí y ahora. Pero diferimos en la táctica y estrategia de cómo hacerlo.
Ellos plantean, como analizamos en el artículo anterior, que deben crearse “espacios socialistas” liberados, aquí y ahora: en fábricas, centros educativos, zonas residenciales, etc., que consideramos insostenibles e inviables, fuera de una situación revolucionaria y en ausencia de una fuerte organización comunista. La realidad es que sin una larga y prolongada lucha por reformas, ofensivas y defensivas, que parta de las necesidades más concretas, inmediatas e impostergables de las familias obreras, es inconcebible avanzar en la lucha por el socialismo. Y para ese objetivo es un error diferenciar entre aquellas reformas más amplias y generales de contenido socialista, de otras que no llevan a un cuestionamiento inmediato de las relaciones capitalistas.
Precisamente, la virtud de levantar consignas a favor de las reformas sentidas como más inmediatas: subida del salario, luchas vecinales contra el corte del suministro eléctrico, incremento de plazas escolares en un centro educativo, contra despidos del puesto de trabajo, etc., es el de poner en movimiento a las capas más rutinarias, estáticas y atrasadas de la clase que, en general, no se mueven con consignas generales. El hecho de ponerlas en movimiento, con consignas parciales, tiene el efecto de hacerlas conscientes de su fuerza colectiva, de su papel en la sociedad, de las mentiras de la prensa burguesa que ataca y desacredita sus reivindicaciones, del papel represor de la policía que detiene y maltrata a trabajadores y vecinos comunes en la lucha, de la codicia del empresario y, según el caso, de la incapacidad de las instituciones capitalistas de resolver sus problemas más acuciantes.
La necesidad de un programa de transición
Como decíamos antes, no es suficiente con proclamar simplemente la necesidad del socialismo de forma general. Eso nos condenaría al aislamiento. Debemos esforzarnos por enfocar cada consigna siguiendo atentamente el estado actual del nivel de conciencia y las preocupaciones inmediatas de los sectores de la clase trabajadora a los que nos dirigimos.
Fue la Internacional Comunista en su III Congreso, en las Tesis sobre la táctica, en el apartado 5 (Combates y reivindicaciones parciales), quien rompió con la tesis imperante hasta entonces en la socialdemocracia internacional, de tener dos programas separados, el llamado “programa máximo” de lucha por el socialismo y el llamado “programa mínimo” de reivindicaciones modestas desligadas de una perspectiva socialista. Así, en esas Tesis se dice:
“Toda la agitación y la propaganda, toda la acción del partido comunista deben estar impregnadas del sentimiento que, en el terreno del capitalismo, no es posible ningún mejoramiento duradero de la situación de las masas del proletariado, que sólo la derrota de la burguesía y la destrucción del Estado capitalista permitirán trabajar para mejorar la situación de la clase obrera y restaurar la economía nacional arruinada por el capitalismo.
«Pero ese sentimiento no debe llevarnos a renunciar al combate por las reivindicaciones vitales actuales e inmediatas del proletariado, en espera de que se halle en estado de defenderlas mediante su dictadura”. (Cursivas en el original. 5- Combates y reivindicaciones parciales. Tesis sobre la táctica. III Congreso de la IC).
E insiste más adelante:
“Los partidos comunistas no plantean para este combate ningún programa mínimo tendente a fortalecer y a mejorar el edificio vacilante del capitalismo. La ruina de este edificio sigue siendo su objetivo principal, su tarea actual. Pero para cumplir esa tarea, los partidos comunistas deben plantear reivindicaciones cuya realización constituya una necesidad inmediata y urgente para la clase obrera y deben defender esas reivindicaciones en la lucha de masas, sin preocuparse por saber si son compatibles o no con la explotación usuraria de la clase capitalista”. (Ibidem)
La herencia de las tesis programáticas de la IC fue retomada por León Trotski en la década de los años 30 del siglo pasado, cuando formuló su conocido Programa de Transición, en 1938, con reivindicaciones concretas adaptadas a la situación de su época.
Como se deduce de esto, para vincular las necesidades inmediatas de la clase obrera con la lucha por el socialismo, y así ayudar al desarrollo de la conciencia política de clase de aquélla, lo que se necesita es proponer consignas de transición, consignas-puente, que unan cada reivindicación inmediata con la perspectiva del socialismo. Algunas de estas consignas podrían ser realizables dentro del capitalismo, aunque sea de manera temporal o de forma parcial, con luchas decididas de los trabajadores. Por ejemplo, históricamente, la clase obrera ha conquistado mediante la lucha la jornada de 8 horas, el derecho de huelga, el derecho de manifestación, el derecho de asociación, el derecho al aborto. En la época de crisis del capitalismo, todas estas conquistas están amenazadas.
Hay otras reivindicaciones que no serán posibles alcanzar dentro del marco capitalista; lo importante es que sirvan para movilizar a los trabajadores y en el curso de la lucha la clase obrera se haga consciente de la incompatibilidad de preservar su integridad física y moral con el sostenimiento del capitalismo.
Trotski, en su obra antes mencionada, propone una serie de reivindicaciones que son muy relevantes para la situación actual, como: la escala móvil de precios-salarios, es decir, que los salarios suban automáticamente con el aumento de los precios; reparto de las horas de trabajo entre todos los trabajadores de cada sector, sin reducción salarial, para combatir el desempleo, nacionalización de determinados sectores de la burguesía y del sistema bancario, control obrero y apertura de los libros de cuenta de las empresas a los trabajadores, etc. Y, según la agudeza de la crisis capitalista y de la temperatura revolucionaria del momento, propone otras reivindicaciones como la creación de piquetes de autodefensa y milicias obreras (contra los fascistas), creación de comités de fábrica, de consejos o soviets, entre otras. Todas ellas tienen la virtud de movilizar a sectores amplios de la clase trabajadora y, durante el proceso, hacerles ver la necesidad de que la clase obrera se apropie de manera colectiva de los medios de producción, en manos de la burguesía, y se prepare para la toma del poder.
Está fuera de toda duda, y en eso creemos que estamos en plena sintonía con el MS, de que en cada lucha parcial los comunistas debemos, además de mostrarnos como los luchadores más consecuentes por dichas reformas, hacer ver a esas capas de la clase trabajadora que el origen de sus problemas es de un carácter más profundo, enraizado en la existencia misma del capitalismo y, por tanto, que debemos realizar, durante la lucha misma, una propaganda pedagógica y audaz explicando la necesidad de superar el capitalismo. Como explican Marx y Engels en El Manifiesto Comunista:
“Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto”. (Proletarios y Comunistas, cap. 2. El Manifiesto Comunista)
Podemos poner un ejemplo reciente de una lucha vecinal en Sevilla donde los compañeros de la CMI hemos participado activamente, junto con cientos de vecinos y activistas de otras corrientes políticas y movimientos sociales, contra el corte del suministro eléctrico que afectó a algunos barrios obreros marginados de esta ciudad, durante el verano pasado. En el curso de la lucha, que duró semanas, la consigna inicial y central de exigir un restablecimiento de dicho suministro, culminó en la consigna socialista de: “Expropiación de las compañías eléctricas bajo el control de los trabajadores y los vecinos”. Y, por cierto, la lucha se ganó en un triple sentido: se consiguió una inversión millonaria de ENDESA que fue obligada a instalar 7 generadores eléctricos en dichos barrios; además, la lucha vecinal tuvo como efecto aumentar la confianza de los trabajadores en sus propias fuerzas, en su organización y en los métodos de lucha como manera de conseguir las reivindicaciones; y, por último, se avanzó en el nivel de conciencia política de cientos de personas antes apartadas hacia la política, en el sentido socialista de comprender la necesidad de expropiar a un grupo de capitalistas, lo que ha abierto nuevos horizontes en su comprensión del funcionamiento de la sociedad capitalista.
El frente único
También está la cuestión de participar en las luchas impulsadas por las direcciones reformistas y socialdemócratas de los sindicatos, partidos de izquierdas y movimientos sociales. Hemos de reconocer honestamente que no nos queda clara la posición del MS al respecto, de si son partidarios de participar e intervenir en las mismas con sus consignas y programa, o de abstenerse.
En nuestra opinión, debemos participar en toda lucha que implique a la clase obrera, independientemente de su dirección y de las reivindicaciones que agiten. Justamente, la única manera de disputar a las direcciones socialdemócratas su control del movimiento es luchar codo con codo con los trabajadores que les siguen, y mostrar así en la práctica, la superioridad de nuestras consignas, propuestas, programa y métodos de lucha respecto de sus direcciones. Así podrán ver no solo que hablamos, sino que también actuamos a favor de nuestros intereses comunes, y que les mostramos las limitaciones de la lucha socialdemócrata, al mismo tiempo que agitamos nuestro programa comunista. ¿Cómo si no, podremos acercar a las ideas del comunismo a capas amplias de nuestra clase?
Claro está que participar en las luchas de las direcciones reformistas, cuya influencia –nos guste o no– alcanza en esta etapa a la mayoría de la clase obrera, implica el establecimiento de políticas de frente único con las organizaciones de masas del proletariado, y eso incluye en primer lugar los sindicatos, pero también los movimientos sociales, vecinales, e incluso y según las circunstancias, los partidos reformistas de masas.
¿Qué debemos entender los comunistas por la táctica del frente único? Desde luego, no es una mezcla de programas ni de banderas, sino un acuerdo para luchar de manera conjunta sobre una serie de puntos o reivindicaciones comunes, para así dar a luchas parciales de la clase obrera la mayor masividad y unidad posible. Ahora bien, al mismo tiempo, los comunistas debemos mantener nuestra independencia política y organizativa respecto de las demás organizaciones y tendencias políticas que participen en dicho frente único de lucha, lo que implica la defensa de nuestro propio programa y consignas, y nuestro derecho a criticar, en el proceso de lucha mismo, a las demás tendencias y organizaciones, su programa, consignas y métodos de lucha. Para resumir, la táctica del frente único se condensa en la consigna: “Marchar separados, pero golpear juntos”.
En esto, no proponemos ninguna innovación. Además de lo explicado por Marx y Engels, todo esto está recogido en las resoluciones y acuerdos al respecto tomados por los congresos de la Internacional Comunista en su época heroica y revolucionaria (1919-1923), antes de su degeneración.
En este sentido, tampoco hemos podido encontrar una posición clara en los escritos del MS sobre este punto. La insistencia de los compañeros del MS en la independencia política y organizativa del proletariado es totalmente correcta, pero no debe interpretarse como el rechazo a cualquier participación de los comunistas en las luchas y movilizaciones encabezadas por las direcciones reformistas. Si esto fuera así, nos parecería un grave error porque nos separaría de las amplias masas y reforzaría la influencia de las direcciones socialdemócratas en sectores amplios de la clase obrera.
Por ejemplo, hace apenas unas semanas tuvimos una formidable manifestación de medio millón de personas en Madrid contra el desmantelamiento de la sanidad pública en dicha Comunidad, con una fuerte carga contra la derecha y compuesta abrumadoramente por familias obreras. Esta manifestación estaba convocada por multitud de organizaciones, pero dominada políticamente por partidos y sindicatos reformistas que no se plantean ir más allá de los límites del sistema. ¿Qué posición debíamos tomar los comunistas ante la misma? En nuestra opinión, los comunistas debíamos intervenir en esa manifestación, sin abandonar nuestra independencia política, es decir, para explicar nuestras ideas. La CMI, con sus fuerzas modestas, intervino en ella repartiendo una octavilla con sus posiciones, que se puede leer aquí, denunciando a la derecha de Ayuso, pero también las medias tintas del gobierno “progresista”, reclamando soluciones urgentes y concretas a la situación, al mismo tiempo que señalábamos al régimen capitalista como culpable último de la situación, instando a la clase obrera a adoptar una política socialista contra el sistema.
Las consignas de transición y la consigna de nacionalización
Ya explicamos al principio, que observamos en la propaganda de los compañeros del MS la ausencia de cualquier programa de reivindicaciones parciales concretas, ni siquiera de transición. Desde luego, los comunistas debemos combatir la posición de la socialdemocracia de mantenerse en un “programa mínimo” que no cuestiona en ningún aspecto la continuidad del capitalismo. Pero no debemos doblar la rama hacia el extremo opuesto, blandiendo simplemente el “programa máximo” de la revolución socialista, sin ligazón con las preocupaciones o luchas parciales de la clase trabajadora.
En particular, nos llama la atención la ausencia de cualquier consigna de nacionalización, como podrían ser: nacionalización de las compañías eléctricas, de la banca, de las telecomunicaciones, de las viviendas vacías en manos de bancos y fondos buitre, etc.
Desde luego, podría objetarse que la posesión por el Estado burgués de cualquier sector económico, no cambiaría las relaciones sociales de producción capitalistas, y que los patronos individuales simplemente serían sustituidos por un patrono común (el Estado) que representa al conjunto de la clase capitalista en dichos sectores económicos.
Pero esta conclusión sería completamente unilateral. Como decíamos antes, debemos partir del nivel real y actual de conciencia de los trabajadores, en general, que no llegan directa ni automáticamente a la idea del socialismo.
La clase obrera tiene la particularidad, como producto más genuino del capitalismo, de ser la clase sin propiedad. La consigna de nacionalización implica la expropiación de la propiedad individual capitalista. Como “bien público”, una propiedad nacionalizada es percibida por los trabajadores como propiedad colectiva de la sociedad, aún bajo el capitalismo. Es decir, la consigna de nacionalización acerca a los trabajadores, como clase no propietaria y que no aspira a la propiedad individual, la idea de la socialización efectiva de toda la economía capitalista (o, al menos, en una primera fase, del gran capital que controla el 80% de la economía), que es el resultado final de la revolución socialista. Por lo tanto, dicha consigna tiene efectos muy positivos en la conciencia de los trabajadores, porque desarrolla su conciencia socialista, por eso es la consigna que más teme la burguesía.
Claro está que desde la CMI, además de proponer la nacionalización de una empresa o rama particular de la economía, lo hacemos añadiendo dos elementos: en primer lugar, que la nacionalización debe hacerse sin indemnización, salvo a pequeños accionistas sin recursos. Esto lo planteamos, por un lado, para evitar la descapitalización de la empresa y, por otro, para ganarnos la neutralidad o simpatía de los pequeñoburgueses y sectores obreros acomodados, que suelen componer el pequeño accionariado, y así evitar que sean manipulados a su favor por el gran capital expropiado. En segundo lugar, planteamos que dicha empresa o sector deben estar bajo el control de sus trabajadores y no en manos de funcionarios y elementos ajenos a la clase trabajadora. Y planteamos, además, que dicha empresa o sector debe estar vinculado a un plan general de producción orientado a satisfacer necesidades de la población.
La lucha por la educación pública
Este punto nos parece especialmente importante, ya que siendo el MS un movimiento fundamentalmente juvenil, con un componente estudiantil mayoritario, la cuestión educativa adquiere una importancia primordial para la actividad de los jóvenes comunistas.
Aquí también nos parece confusa la posición de los compañeros. En un artículo que ya mencionamos, Centres educatius i lluita de classes (I), de la compañera Laia Capdevila, se afirma:
“La socialdemocracia, en sus diferentes formas, se ha convertido en una máquina de legitimación de la escuela pública, ocultando la relación entre ésta y el poder burgués”. (Ibidem).
Y continúa diciendo:
“Algunos defienden a la pública en oposición a la privada; otros, por ser una conquista que el proletariado habría arrancado a la burguesía; otros, como mecanismo de ascenso social y fuga de la marginalidad económica. En realidad, la defensa de la educación pública suele ser una mezcla de estos tres componentes, que responden principalmente al obrerismo, el reformismo y el carácter aspiracional de la clase media… Hoy, decir que defender la escuela pública es defender a nuestra clase es defender el derecho a ser adoctrinadas, idiotizadas y sometidas”. (Ibidem)
Aunque no compartimos la argumentación de la compañera, por supuesto, no ignoramos, como también se afirma, que la escuela es una herramienta disciplinaria y de reproducción ideológica de los valores capitalistas. Sin embargo, eso no agota la cuestión.
Lo que los compañeros parecen no tomar en cuenta es que todo elemento estructural de la sociedad capitalista, ya sea la explotación obrera en las empresas como un sistema educativo público destinado a formar a los futuros trabajadores que serán explotados mañana, contiene una unidad dialéctica de elementos opuestos que, en su desarrollo, contiene los gérmenes de la negación y superación del capitalismo. La primera –la explotación de los trabajadores– establece un sistema de apropiación de trabajo ajeno a favor del capitalista y de producción de plusvalía, pero al mismo tiempo desarrolla las fuerzas productivas, forja la conciencia de clase y crea las bases económicas indispensables para el establecimiento del socialismo. El segundo –un sistema público de educación– además de ayudar a crear la mercancía fuerza de trabajo para ser explotada, le inculca al futuro trabajador rudimentos básicos de cultura, conocimiento, lectura, reflexión y comprensión que pueden abrirle horizontes más amplios. ¿O es que la clase obrera está mejor preparada para la lucha socialista siendo analfabeta o iletrada? ¿O es que acaso no necesitamos gente formada y cualificada para construir el presente y también para iniciar la construcción del socialismo?
Los grandes avances en la ampliación del sistema educativo, la incorporación de cada vez más jóvenes de clase trabajadora a estudios secundarios y terciarios, o la gratuidad de parte de los mismos, la ampliación de las becas de estudio, etc., han sido producto de luchas obreras y de luchas sociales de padres, madres y estudiantes; es decir, han sido conquistadas y arrebatadas al Estado burgués y a la clase capitalista, como una expresión de que la clase obrera no acepta simplemente ser un burro de carga para llenar los bolsillos de los ricachones sino que aspiramos a ser hombres y mujeres dignos y libres, y acceder a los mayores niveles posibles de cultura y conocimiento, aun con todas las limitaciones y trabas del sistema educativo. Y, en cualquier caso, la ideología y la disciplina burguesa que transmiten en la escuela, como en el centro del trabajo, están llamados a romperse tarde o temprano, por medio de la experiencia y cuando la temperatura social alcanza ciertos límites.
Nosotros afirmamos sin reservas que un sistema estatal de instrucción pública es un paso adelante para la clase obrera, cuyos hijos son el componente principal en los estudios primario y secundario, y no la llamada “clase media”. E igualmente es muy positivo para nuestra clase disponer de un sistema público de salud que, si bien está diseñado en parte para “reparar” a los trabajadores que se “estropean” durante el proceso productivo y así vuelvan a estar operativos, es un avance incontestable para las familias obreras y una conquista producto de incontables luchas, capaz de movilizar a millones contra el sistema, como vimos en las luchas de la Marea Blanca hace unos años o hace unas pocas semanas en Madrid.
Nos gustaría detenernos finalmente en la propuesta programática que plantean los compañeros de Horitzó Socialista, en dicho artículo, en la cuestión educativa. Es la siguiente:
“Nuestra propuesta en el ámbito educativo se traduce en el control socialista del proceso educativo.
Contiene las principales líneas de trabajo:
• Emancipar al proletariado intelectual, ética, técnica y metodológicamente. Habilitarnos para la construcción de un determinado conocimiento por nuestras necesidades políticas, económicas e ideológicas, con un fundamento científico y que rompa con el conocimiento bajo intereses burgueses.
• Instruirnos en nuestras necesidades reales, que descubriremos en el propio proceso de lucha.
• Construir nuevas subjetividades que entiendan el proyecto comunista y los principios y valores que lo rigen.
• Disponer de un control efectivo de los espacios en los que se desarrolle este proceso educativo, generando órganos de funcionamiento y mejora propios.
En esta dirección, las escuelas populares y los centros socialistas que germinan últimamente en todo el territorio tendrán un papel fundamental.” (Ibidem)
Vemos aquí, nuevamente, la debilidad programática que recorren las posiciones del MS, un programa que sólo puede aplicarse cabalmente en una sociedad socialista y que no está mediado por consignas de transición, por demandas parciales, que actúen de palanca para movilizar a la clase obrera y a los estudiantes hijos de trabajadores hacia la consecución de ese objetivo final.
Hemos de suponer que “las escuelas populares y los centros socialistas que germinan últimamente en todo el territorio”, sean los que sean, constituyen ya “espacios socialistas” liberados en la idea expresada por los compañeros en otros escritos y que abordamos en el artículo anterior de arrebatar “progresiva y gradualmente” al Estado burgués el control del sistema educativo. En realidad, el sistema educativo público, como el sistema sanitario, son los que más alejados están de poder ser diseccionados, trozo a trozo, dentro de la estructura capitalista. No pueden ser arrebatados progresivamente al Estado burgués, sino de golpe, por medio de la toma del poder como ya hemos explicado.
En cualquier caso, la posición de los compañeros es inconsistente, puesto que solo unas líneas más abajo, en este mismo artículo, se plantea lo contrario de lo que antes se ha afirmado con rotundidad, cuando se dice:
“Por otra parte, como hemos dicho anteriormente, no proponemos abandonar el campo de batalla de la educación pública, ni defendemos una especie de separatismo de clase donde construimos espacios autónomos respecto al mundo capitalista para intentar desentendernos de la realidad y sus contradicciones. Es por eso que estas líneas de trabajo pueden empezar a servirnos como brújula para intentar plantear una praxis aterrizada y ligada a nuestro proyecto”. (Ibidem)
Y esto no es casual. Al trazar una evaluación unilateral del carácter de la educación pública y carecer de un programa de transición “en el campo de batalla” de la misma, exhibiendo simplemente un “programa máximo” que nos condenaría a la inacción y al aislamiento, resulta inevitable incurrir en estas contradicciones.
En suma, aceptando la premisa correcta de la que parten los compañeros, de que la educación sirve en esencia para formar a los futuros trabajadores en el sistema productivo y administrativo del capital y transmitir la ideología de clase de éste, nuestra tarea como comunistas debe ser pelear por alcanzar el máximo nivel posible de control de clase que seamos capaces de lograr bajo el capitalismo en el ámbito educativo, en cada comunidad autónoma y a nivel estatal. Para ello, debemos elaborar un programa movilizador con propuestas concretas que incluya, entre otras demandas que puedan plantearse: la mayor democratización posible del sistema educativo (participación en todos los ámbitos de decisión y diseño curricular de estudiantes, padres, trabajadores de la enseñanza y personal laboral), condiciones de estudio y enseñanza de la máxima calidad en infraestructuras, medios, ratios reducidas, y sistemas pedagógicos avanzados; expulsión de empresas privadas y bancos de la universidad, abolición de la enseñanza privada y su integración en la red pública, etc.
La misma posición debemos extender al resto de servicios públicos y sociales, tales como la sanidad, el transporte, sistema de recogida de residuos, talleres ocupacionales, entidades culturales, etc. que prepararían a la clase para ejercitarla en tareas de control y participación sobre todos los ámbitos de la vida social. (Continuará)
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