Elecciones en Islandia: el gobierno de izquierda castigado por su programa de austeridad

El verdadero «ganador» es el Partido Progresista, que casi duplicó sus votos subiendo del 14,8 % al 24,4 %. Su líder, Sigmundur Gunnlaugsson, al igual que muchos dirigentes de la derecha en Europa, ha defendido un proyecto nacionalista. Se opone a la adhesión del país a la UE y también al acuerdo Icesave, tan odiado por el electorado Islandés (nota del editor: Icesave es el nombre del banco en línea, cuya quiebra privó de sus ahorros a cerca de 340.000 británicos y holandeses. El acuerdo, rechazado dos veces en referendo por los islandeses, fue negociado con Gran Bretaña y Holanda. Estructuraba el reembolso acordado con esos dos países que han tenido que indemnizar a las víctimas de la bancarrota). El nuevo gabinete estará formado inevitablemente por una coalición de derecha del Partido de la Independencia y el Partido Progresista.

Este resultado es un completo desastre para la izquierda y los partidos tradicionales de la clase obrera en Islandia; los demás partidos de izquierda en Europa deberían tomarlo como una advertencia, para no seguir su ejemplo.

Como en muchas otras elecciones europeas (especialmente Italia), nuevas organizaciones anti-sistema se vieron apoyadas en las urnas. Futuro Brillante obtuvo el 8% de los votos, un punto porcentual más que el Movimiento de los Ciudadanos en las últimas elecciones. El Partido Pirata consiguió llegar al 5%, mientras que el 12% de los votos fue a parar a partidos que no obtuvieron el apoyo suficiente para entrar en el Parlamento. Si se suma el voto de estos grupos y los votos en blanco se obtiene un total del 27,2%, lo que significa que una cuarta parte de los que votaron no lo hicieron por ninguno de los cuatro partidos tradicionales. La participación fue la más baja desde la independencia, de un 81,4% (85,1% en las anteriores elecciones).

Sin embargo, sería erróneo sacar la conclusión de que esto representa un voto de confianza a la derecha. Por el contrario, es una denuncia irrefutable del fracaso del gobierno saliente. Como en otros lugares de Europa, más que un apoyo a la derecha, supone un castigo a los responsables de haber llevado a cabo medidas de austeridad.

La izquierda triunfó en las elecciones anteriores, precisamente porque existía la esperanza de que al hacerlo se podrían frenar los planes de austeridad. Por el contrario, los dirigentes políticos que fueron elegidos para poner un alto a las demandas de los banqueros y especuladores siguieron adelante con las mismas políticas. Y ahora han pagado el precio por ello. De hecho, es una profunda sensación de desilusión hacia la izquierda la que se vive entre los islandeses. El blog “The Iceland Weather Report”, por ejemplo, publicaba un comentario que recibió en su página, bastante representativo del estado de ánimo general:

«Voté a favor de los socialdemócratas [en 2009], ya que me considero una persona firmemente de centro que tal vez se inclina un poco hacia la izquierda (especialmente sobre temas de medio ambiente y asuntos de bienestar) y tuve la enorme esperanza de que traerían un cambio eficaz. Pero la verdad es que han sido una enorme decepción».

Continúa:

«Yo y mucha gente considera que el gobierno nos ha traicionado de forma colosal. No sólo porque constantemente dieron un trato preferencial a los ricos, de forma abierta y encubierta, sino también porque se llevaron miles de millones de dinero público para rescatar a empresas privadas como el banco Sparisjóður Keflavíkur o las aseguradoras VÍS y Sjóvá. [Es] totalmente inaceptable – sobre todo de un gobierno de izquierdas. Prometieron y, mintieron constantemente, que protegerían el sistema de bienestar.»

Algunos dentro de la izquierda en Islandia, en lugar de entender lo que ha sucedido, prefieren culpar a los trabajadores por los resultados de las elecciones. El líder del Partido Pirata, por ejemplo, lo expresaba de esta manera: «es el problema de la izquierda: limpian el vómito después de la fiesta de cocaína de los neoconservadores, que van a rehabilitación y vuelven después para cosechar los beneficios.» La idea que se desprende aquí es que, de alguna manera, el electorado no ve todas las cosas buenas que ha hecho el gobierno. Es una actitud condescendiente, que no tiene mucho que ver con la realidad.

La cuestión debe plantearse sin rodeos: ¿por qué los islandeses le dieron la espalda a los partidos de izquierda en estas elecciones? Como afirma el nuevo líder de los socialdemócratas, Arni Pall Arnason, «la imagen optimista que se pinta de Islandia no es cierta». Y señala una caída de la moneda islandesa (la corona) de alrededor del 50%, lo que significa, para un país que depende en gran medida de las importaciones, una caída en el nivel de vida del 30-40%.

De hecho, la situación es grave. La inflación es elevada, ¡los precios han aumentado un 75% desde 2005! (según datos del Eurostat). Además de eso, muchos islandeses contrajeron hipotecas que estaban ligadas al euro, por lo que se han duplicado, a pesar de que el valor de sus viviendas no se ha incrementado en absoluto. Tomando en cuenta la caída de la corona, el valor total de las viviendas ha caído un 40-50%.

La realidad en Islandia muestra, por lo tanto, que en lugar de ser ese modelo tan querido por los líderes reformistas de los partidos de izquierda, es de repente un modelo más parecido al de Grecia y mucho menos parecido al de sus vecinos escandinavos relativamente prósperos.

El gobierno, cuando fue elegido, prometió ocuparse de la deuda, y cancelar toda cantidad de dinero de una hipoteca que superara el 110% del valor de la propiedad. Sin embargo, esto siguió dejando a muchos propietarios con saldo negativo, con la inversión en su vivienda destruida y con facturas más altas en todo lo demás. Una de las propuestas más populares del Partido Progresista – que  tuvo mucho eco en las elecciones – fue la promesa de reducir un 20% la deuda hipotecaria contraída con el dinero de los acreedores extranjeros de los bancos colapsados. Es poco probable que lo lleve a cabo, pero para todas aquellas personas sumamente endeudas, debe haber supuesto una demanda justa y necesaria.

Como una manera de salir de la crisis, el gobierno de izquierda había propuesto unirse a la Unión Europea (UE) y adoptar el euro como si, de alguna manera, esto pudiera restaurar el poder adquisitivo de los islandeses. No hay ninguna garantía de que unirse al euro vayan a resolver ahora la cuestión de la moneda débil. El tipo de cambio tendría que fijarse en su valor de mercado actual, y esto no ayudaría en absoluto. Además, Islandia sería arrastrada probablemente a una crisis más profunda debido a la inestabilidad de la eurozona, y esto suponiendo que la UE le permitiera la entrada al país, una perspectiva improbable en las condiciones actuales.

El gobierno de izquierda también llegó a un acuerdo totalmente injusto, por el cual ¡el contribuyente islandés tendría que garantizar las deudas externas de los bancos islandeses! El acuerdo se abandonó ante la resistencia popular, pero el hecho de que ambos partidos de la izquierda estuvieran dispuestos a ejecutarlo sirvió claramente para desacreditarlos a los ojos de los trabajadores islandeses. El Partido Progresista, de forma oportunista, se opuso al acuerdo y, de este modo, ganó las elecciones.

El gobierno saliente puso sobre la espalda de los trabajadores el peso de la crisis, el gasto público se redujo drásticamente. Esto coincidía con el programa de ajuste impuesto por el FMI cuando rescató a Islandia. A consecuencia de ello, el gasto total del Estado en relación a su PIB ha caído del 51,6% al 46,5%, una caída mayor que en el Reino Unido (del 51,3% al 48.5%) que tiene un gobierno conservador, aunque no tanto como en Irlanda (datos del Eurostat). El déficit presupuestario se ha reducido del 15% a apenas el 1% del PIB. En los próximos años, se espera más aumento de impuestos y aumentos en las cotizaciones a la seguridad social, según los planes establecidos por el FMI y el gobierno anterior. (Explicábamos los detalles de estas medidas en un artículo hace tres años.)

El gobierno de izquierda saliente no fue simplemente «víctima» del desastre dejado por la derecha, ni se trató solamente de un fracaso en la toma de medidas para defender la calidad de los niveles de vida de los trabajadores. Cooperó activamente con el FMI y aplicó el programa de austeridad exigido, sin ofrecer ninguna otra alternativa. Como en todos los demás países de Europa, igualmente afectados por la crisis, una vez en el gobierno, los dirigentes reformistas de izquierda no tienen ninguna respuesta a la crisis, simplemente se postran ante las necesidades del capitalismo y ponen toda la responsabilidad sobre los hombros de los trabajadores, que no pueden pagar.

Esta es la razón por la que se ha castigado al gobierno de izquierda. Fue incapaz de proponer al pueblo islandés una alternativa concreta para salir de la crisis. Desde nuestra organización llevamos señalándolo desde hace tiempo, en lo referente a Islandia y otros países. No hay salida bajo el capitalismo. La lección de la experiencia islandesa es que a menos que la izquierda adopte un programa socialista revolucionario, a menos que ofrezca a las masas la perspectiva de poner fin al sistema capitalista, inevitablemente se ve obligada a llevar a cabo las medidas de austeridad draconianas exigidas por los capitalistas. Esto beneficia a los partidos de extrema derecha que pueden reaparecer en el frente electoral. Los trabajadores y jóvenes votaron a la izquierda para luchar contra los capitalistas, no para llevar a cabo sus dictados. Y una vez que se hace evidente que estas «izquierdas» no tienen una respuesta a la crisis son barridas rápidamente.

Lo que se necesita en Islandia no son acuerdos con las políticas del FMI y planes de austeridad, sino una alternativa socialista. Hace cuatro años, hacíamos las siguientes cuatro propuestas:

• ¡Que los banqueros paguen su propio desastre!

• ¡No a los despidos! ¡Trabajo para todos!

• ¡No a los escandalosos aumentos de los repagos de deuda hipotecaria!

• ¡Por un gobierno de izquierda con un programa socialista!

Estas demandas son tan válidas hoy como lo fueron entonces. En 2011, explicábamos lo siguiente:

«Sobre bases capitalistas, la única manera de corregir el enorme y actual equilibrio financiero es haciendo pagar a los trabajadores. Así lo demuestran los cambios propuestos en el sistema de bienestar. Pero los trabajadores no pueden permitirse estas medidas. Aceptarlas significaría una vida de infierno, una vida de extrema pobreza. Un gobierno que dice ser de izquierda no debería aceptar este tipo de políticas. La única respuesta correcta es el repudio de la deuda externa del país, junto con la nacionalización de las principales industrias y un plan socialista de reconstrucción, incluyendo las inversiones en energía geotérmica y la extracción de materias primas. Sólo a través de un plan nacional de producción pueden los islandeses, no sólo salir de la crisis sino también asegurar que no caerán en la misma trampa otra vez.»

Los últimos dos años lo han confirmado. En los próximos años, con los países de la eurozona sumidos en una crisis más profunda, la situación de los islandeses empeorará. La victoria de la derecha parece impresionante a primera vista. Sin embargo, no tienen alternativas. Son los representantes directos de la clase capitalista y, simplemente, continuarán y profundizarán aún más el programa de austeridad. Eso significa que pronto se enfrentarán a una oposición masiva, al igual que lo hicieron en 2009.

Se necesita una explicación de la verdadera naturaleza de la crisis y la perspectiva de un cambio radical. Significa romper con el sistema capitalista. Si cualquiera de los partidos de izquierda se presentara con un verdadero programa de lucha socialista, ganarían apoyo rápidamente. En Grecia, el año pasado, SYRIZA creció súbitamente porque se distinguía como radicalmente a la izquierda. Mientras que la izquierda no se aleje de las propuestas de los partidos burgueses no recogerán el apoyo necesario para ganar.

Si los dirigentes de los partidos de izquierda sacaran estas conclusiones y actuaran en consecuencia, ofreciendo una alternativa socialista genuina, estarían en condiciones de derrotar a la derecha de una vez por todas, y sobre esa base, la situación podría transformarse. Y, entonces, Islandia podría convertirse en el ejemplo a seguir por el resto de Europa.

 

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