2023, el año de las catástrofes climáticas. ¿Cómo podemos frenar la emergencia?
El año 2023 ha batido todo tipo de récords negativos respecto del clima y el medio natural. Todas las alarmas suenan y nos avisan desde hace décadas de que vamos en la dirección incorrecta; cada vez son más frecuentes las noticias y estudios científicos que nos advierten que estamos acercándonos a un punto de no retorno.
Bajo el sistema capitalista, la producción de mercancías y bienes de consumo ha de ser en cantidades tan grandes como sean posibles, dando prioridad al beneficio económico de los dueños de los medios de producción por encima de cualquier circunstancia o límite; esto es así porque solo vendiendo sus mercancías pueden realizar sus beneficios. Cada vez es más evidente que la clase capitalista no puede liderar a la humanidad en la resolución de esta crisis.
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La situación actual, barbarie capitalista
Copernicus, el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea, confirmó recientemente una noticia muy reveladora. 2023 es el año más caliente desde que se tienen registros, 1850. No solo esto, sino que se estima que hace más de 100.000 años que no se supera la temperatura media global de 14,98 °C, 0,17 °C más que el anterior valor anual más alto, que se consiguió en 2016. Esta cifra supone que 2023 fue 0,60 °C más cálido respecto a la media entre los años 1991 y 2020 y 1,48 °C más cálido que el nivel preindustrial, entre 1850 y 1900.
En Europa, 2023 se ha convertido en el segundo año más caluroso desde que hay registros, con 1,02 °C por encima de la media de 1991-2020, 0,17 °C más frío que 2020, el año más cálido registrado. El invierno fue el segundo más cálido nunca registrado. Y el verano tuvo una temperatura media de 19,63 °C, con 0,83 °C por encima de la media, siente así el quinto más cálido de la historia del continente. En total, las temperaturas superaron la media durante 11 meses.
Mientras tanto, las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono y metano siguen en aumento, consiguiendo también niveles récord en el último año y alejándonos cada vez más de los objetivos del Acuerdo de París. Es evidente que, por mucho que digan lo contrario, los gobiernos y las grandes corporaciones de todo el mundo no están dando a estos datos la importancia necesaria, y cuando lo hacen, la defensa ciega de los intereses capitalistas que representan les impide tomar las medidas necesarias. Aun así, millones de personas huyen cada año de sus tierras devastadas por la sequía, y muchas más ni siquiera llegan a cubrir sus necesidades más básicas. Según el Banco Mundial, casi la mitad de la población vive con menos de 5,50 dólares en el día. El consumo de las masas populares no es ni mucho menos el problema.
Un estudio de Oxfam publicado el 2022 asegura que los 125 millonarios más ricos consumen aproximadamente un millón de veces más combustibles fósiles que el 90% de la población con menos recursos. El 10% más rico del mundo fue responsable de aproximadamente la mitad de las emisiones globales en 2015, según un informe de 2020 de Oxfam y el Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo. “El 1% más rico fue responsable del 15% de las emisiones, casi el doble que el 50% más pobre del mundo, que fue responsable de tan solo el 7% y que además, sentirá la peor parte de los impactos climáticos a pesar de tener la menor responsabilidad para causarlos.” Estas declaraciones son halladas en la BBC, y dejan clara la situación en la cual nos encontramos. Vemos con estas cifras como el cambio climático es también una cuestión de clase: la burguesía y los ricos contaminan el mundo mientras las masas de trabajadores y oprimidos sufren las consecuencias.
La esterilidad de la COP28 y la imposibilidad de domar el capital
El pasado noviembre tuvo lugar la COP28, esta vez en los Emiratos Árabes Unidos, todo un referente contra la lucha climática. Incluso entre los que guardan esperanzas al resolver esta crisis siguiendo las normas del sistema capitalista, esta elección pareció inapropiada. La ubicación de la reunión a uno de los países miembro de la OPEP muestra una evidente divergencia respecto a los intereses generales de la humanidad de reducir la producción de combustibles fósiles.
Pero la elección geográfica de esta tragicomedia solo fue el principio. Toda la reunión fue una farsa. Por los intereses de los capitalistas, esta última vez tuvo el objetivo contrario a sus intenciones propagandísticas de pretender hacer ver que miran de paliar la crisis climática. Al poco de empezar, el distinguido presidente de la reunión y destacado actor en esta obra, Sultan Al Jaber, jefe de la compañía “limpia” de petróleo nacional de los Emiratos Árabes, Adnoc, dijo que no hay ciencia «que indique que los combustibles fósiles se tienen que reducir para restringir el calentamiento global”. Otra frase maravillosa de su guion protagonista fue decir que «salvo que queramos llevar al mundo de vuelta a las cavernas», reducir progresivamente el combustible fósil no permitirá el desarrollo sostenible.
El acto final de esta obra de los capitalistas de todo el mundo se tuvo que alargar unos días. No había manera que los rifirrafes nacionales entre los diferentes actores llegara a buen puerto: ninguno de ellos estaba dispuesto a sacrificar sus beneficios y privilegios por el interés histórico de la sociedad humana. Finalmente, por la suerte de los espectadores, la tragicomedia culminó después de largas reuniones en un magnífico acuerdo que lo cambiará todo y salvará el mundo, o así se anunció. Aun así, en principio los más afectados por esta obra maestra del decadente sistema capitalista, el oligopolio de la extracción fósil, simplemente se encogieron de hombros declarando que el acuerdo era perfectamente aceptable para sus intereses. La francesa TotalEnergies dijo que el acuerdo encaja completamente con la estrategia de la compañía, y elogió la brillante actuación del presidente.
Hay que recordar que el objetivo establecido por las Naciones Unidas es reducir en un 43% las emisiones de 2030 en comparación al 2019 para mantener la temperatura estable. Pero es todavía más importante recordar que los trabajadores de todo el mundo, que somos quienes sufrimos las consecuencias desastrosas de esta crisis, no podemos confiar en las Naciones Unidas para lograr un mundo sostenible. No tenemos que caer en el juego de los capitalistas. Si la COP28 se hubiera hecho en cualquier otro lugar del mundo, la hipocresía de los burgueses y sus representantes de los estados-nación que forman esta reunión no habría sido menor.
Los hechos demuestran cuál es la realidad. El año 2021, en Glasgow, se llegó a un ligerísimo acuerdo de reducir la producción de carbón. Aun así, la guerra imperialista en Ucrania ha hecho olvidar a muchas potencias este compromiso. Según el PNUMA, Programa de las Naciones Unidas por el Medio Ambiente, los planes productivos de los diferentes gobiernos en todo el mundo nos llevan a un aumento de la producción de carbón hasta el 2030, y de petróleo y el gas natural, hasta el 2050 como mínimo.
Así pues, es más que evidente que los gobiernos en todo el mundo, sometidos a los intereses de clase burgueses, no prevén poner en riesgo los beneficios que genera la sobreproducción y la anarquía del mercado capitalista, que no tiene como objetivo primordial satisfacer las necesidades de las personas, sino producir mercancías que generen beneficios, independientemente de las consecuencias a largo y no tan largo plazo que esto comporta para el medio natural. Es necesario un cambio de modelo productivo que nos permita liberarnos del futuro distópico al cual nos llevan.
El marxismo, una luz en la oscuridad
Si bien podría parecer increíble para alguien que no haya estudiado las obras teóricas de los primeros socialistas científicos, la realidad es que Marx ya nos advirtió en el siglo XIX de los peligros que la vorágine capitalista representa para la naturaleza:
[…] Igual que en la industria urbana, la fuerza productiva más poderosa y la mayor movilización del trabajo en la agricultura moderna, se obtienen devastando y extenuando la fuerza de trabajo misma. Y todo progreso de la agricultura capitalista no es solo un progreso en el arte de agotar al obrero, sino a la vez en el arte de agotar el suelo; todo avance en el acrecentamiento de la fertilidad de este durante un lapso dado, un avance en el agotamiento de las fuentes duraderas de esta fertilidad. Este proceso de destrucción es tanto más rápido, cuanto más tome un país […] a la gran industria como punto de partida y cimiento de su desarrollo. La producción capitalista, por consiguiente, no desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador.
[…] Por el otro lado, la gran propiedad del suelo reduce la población agrícola a un mínimo en constante disminución, oponiéndole una población industrial en constante aumento, amontonada en las ciudades; de este modo engendra condiciones que provocan un desgarramiento insanable en la continuidad del metabolismo social, prescrito por las leyes naturales de la vida, a consecuencia de la cual cosa se dilapida la fuerza del suelo, dilapidación esta que, en virtud del comercio, se lleva mucho más allá de las fronteras del propio país […].
[…] la propiedad del suelo en gran escala socava la fuerza de trabajo en la última región en la cual se asila su energía natural, y donde se almacena como fondo de reserva para la renovación de la energía vital de las naciones: en el propio campo. La gran industria y la agricultura industrialmente explotada en gran escala operan en forma conjunta. Si en un principio se distinguen por el hecho que la primera devasta y arruina más la fuerza de trabajo, y por tanto la fuerza natural del hombre, mientras que la segunda depreda en forma más directa la fuerza natural del suelo, en el curso ulterior de los sucesos ambas se estrechan la mano, puesto que el sistema industrial rural también extenúa a los obreros, mientras que la industria y el comercio, por su parte, procuran a la agricultura los medios para el agotamiento del suelo.
En este caso, Marx advierte en el tercer volumen de El Capital sobre los peligros que la agricultura intensiva capitalista, con la tecnología del siglo XIX, representaba para la regeneración de los nutrientes del suelo de cultivo. Evidentemente, ahora sabemos que no solo el suelo está en riesgo de agotarse. Bosques, selvas y océanos que juegan un papel clave al transformar el dióxido de carbono en oxígeno están siendo saqueados por la avaricia de un puñado de burgueses. En el caso de los océanos, también la pesca de arrastre agota la vida marina en forma de peces. También las tierras raras, de difícil extracción y de gran impacto medioambiental, son extraídas sin ningún otro miramiento que el de hacer beneficio.
Así pues, Marx dio el primer paso, quienes defendemos su legado tenemos que ser bien claros y continuar el camino al afirmar: no tan solo el capitalismo no solucionará el problema, ¡sino que es el principal culpable! Marx planteaba el socialismo como fase posterior al capitalismo, una fase que empezaría a resolver las contradicciones del capitalismo, llevándonos hacia una sociedad sin clases, una sociedad comunista.
Nosotros defendemos que bajo el socialismo, es verdaderamente posible solventar la crisis climática de manera efectiva. Una economía planificada, basada en cubrir las necesidades de las masas y no los intereses de una minoría burguesa, no permitiría la anarquía en la producción capitalista que llega a su síntesis en la sobreproducción. No solo esto, sino que, bajo el socialismo, la creatividad y el ingenio humano llegarán a un nuevo nivel nunca visto en la historia. El propio capitalismo ha creado las fuerzas productivas capaces de permitir vivir una vida digna y plena a todo el mundo, en armonía con la naturaleza. El principal problema es la propiedad privada, y la competencia que se deriva de esta. Hay que derrocar el sistema para acabar con la propiedad privada, transformándola en propiedad común y gestionándola a través de la planificación y coordinación.
Con los medios de producción actuales, puestos en manos de los trabajadores, podemos cubrir las necesidades de todo el mundo, reducir el paro y a la vez la jornada laboral, tal como hicieron los bolcheviques después de la Revolución de Octubre. Esto permitirá un enriquecimiento de la cultura y la ciencia, con mucha más gente con acceso a educación laica, científica y de primera calidad capaz de formar parte del desarrollo de tecnologías sostenibles y energías renovables. Además, la cooperación científica internacional bajo el socialismo, sin barreras como las patentes o los intereses particulares de las corporaciones privadas, que ponen su beneficio por encima de la cooperación y el progreso, permitirá a la ciencia hacer pasos hacia delante con un potencial mucho más alto. El ingenio humano es extraordinario, como bien testifica la historia; canalizado al resolver la destrucción del cambio climático, llevará a tecnología y descubrimientos brillantes.
Somos optimistas, confiamos en la victoria socialista, confiamos que estamos a tiempo de cambiar la situación y sobrepasar los límites del capitalismo a la vez que impedimos que el capitalismo sobrepase nuestros límites. Como revolucionarios comunistas, esta situación de emergencia solo nos da más fuerza y nos ayuda a entender el sentido de urgencia de la tarea socialista.
¡Es ahora o nunca! Únete a la Corriente Marxista Internacional y luchemos juntos por una revolución internacional que ponga fin a este sistema distópico. ¡Socialismo o barbarie!
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