1919-2019: Centenario de la Internacional Comunista (I)
Este mes de marzo se conmemora el centenario de la fundación de la Internacional Comunista, también conocida como la Tercera Internacional, la organización revolucionaria de masas más poderosa que ha conocido el movimiento obrero mundial en su historia, y que fue fundada en Moscú en su I Congreso, celebrado del 2 al 6 de marzo de 1919. Desde la Corriente Marxista Internacional nos reclamamos herederos de la Internacional Comunista, más exactamente de sus primeros 4 congresos, celebrados en vida de Lenin entre 1919 y 1922, cuando era una Internacional marxista y revolucionaria genuina, antes de su degeneración estalinista. Para conmemorar este acontecimiento, dedicaremos en nuestra revista y página web una serie de artículos a lo largo de los próximos meses, donde sintetizaremos los aspectos más fundamentales del devenir de esta organización y sus tesis y resoluciones más destacadas. Iniciamos esta serie con un artículo que sintetiza la historia de la Internacional Comunista.
La Internacional Comunista fue un producto de la guerra mundial de 1914-1918 y de la Revolución rusa de 1917, que vio nacer el primer Estado obrero del mundo.
El apoyo a la guerra imperialista de la mayoría de los partidos socialistas de la Segunda Internacional, la Internacional Socialista, certificó la degeneración socialchovinista, patriótica y reformista, de esta organización que había nacido bajo la bandera del marxismo en 1889 en París. El largo período de prosperidad capitalista y de relativa suavización de la lucha de clases en Europa, que duró más de 40 años, había separado de sus bases a las cúpulas dirigentes de los partidos y sindicatos socialistas, que fueron absorbidas por la política de conciliación entre las clases.
Contenido
El impacto de la Revolución Rusa
Quienes resistieron la degeneración de la Segunda Internacional fueron una minoría y su núcleo revolucionario era aún más pequeño. El núcleo para la fundación de la nueva Internacional procedió del ala izquierda de la Conferencia de Zimmerwald, pueblecito suizo donde se celebró en 1915 una reunión de dirigentes socialistas europeos opuestos a la guerra. Este ala izquierda estaba encabezada por el Partido bolchevique, de Lenin.
El triunfo de la Revolución Rusa de noviembre de 1917, dirigida por los bolcheviques, creó las condiciones para la fundación de una nueva organización marxista revolucionaria internacional.
La revolución barrió toda Europa entre 1917 y 1920. La Revolución Rusa fue el primer empujón, a la que le siguió la Revolución alemana de 1918-1919, despertando enormes esperanzas. A esto le siguió la revolución en Hungría en la primavera de 1919 donde se formó un gobierno socialista-comunista. También tuvimos la ola de ocupación de fábricas en Italia en 1919-1920 y el “Trienio bolchevique” (1917-1920) en España.
Fue al principio de la guerra imperialista de 1914-1918 cuando los bolcheviques rusos plantearon la necesidad de una nueva Internacional. Tras el triunfo de la revolución, el Partido bolchevique cambió su nombre por el de Partido Comunista, término que ya habían adoptado Marx y Engels en 1847, y propuso que este fuera el nombre de la nueva Internacional.
Rosa Luxemburgo y la dirección espartaquista (escisión revolucionaria de la socialdemocracia alemana) estaban a favor de una nueva Internacional, pero creían que su fundación inmediata era prematura. Los bolcheviques insistieron, pero fueron flexibles. Ellos convocaron una conferencia internacional en Moscú en marzo de 1919 para agrupar a todas las corrientes y partidos obreros que habían roto con el socialchovinismo de la Segunda Internacional. Su objetivo inicial era establecer las bases políticas y organizativas para proclamar la Internacional en un plazo breve. Pero fue en el proceso, durante el desarrollo de la propia reunión, cuando se propuso transformar la Conferencia en Congreso y se decidió allí mismo lanzar la nueva Internacional.
Fundación de la Internacional Comunista
En este Congreso hubo 52 delegados de 22 países, y duró 4 días, del 2 al 6 de marzo. Otros muchos delegados no pudieron llegar por las enormes distancias, el control de fronteras, y las detenciones policiales durante su viaje.
En general, eran pequeñas fuerzas, con algunas excepciones. El congreso estaba compuesto por gente muy joven e inexperimentada. Pero rápidamente la Internacional comenzó a crecer, convirtiéndose en un punto de referencia global.
Un año después, en 1920, el Partido Comunista alemán se había convertido ya en una organización de masas, tras la fusión del partido comunista original (KPD) con los Socialdemócratas Independientes, escisión de izquierdas de la socialdemocracia alemana en 1917 que había girado hacia el comunismo a partir de 1919. Este nevo partido comunista alemán se covirtió en el mayor partido comunista del mundo después del ruso. La formación del Partido Comunista francés tuvo lugar a fines de 1920, cuando la fracción comunista ganó la mayoría del Partido Socialista en el Congreso de Tours. En Checoslovaquia también se formó un partido comunista de masas. Tan poderoso fue el influjo de la Revolución rusa que el Partido Socialista italiano se adhirió por entero a la Internacional Comunista en un principio, como también lo hizo durante un breve período la CNT española, de orientación anarcosindicalista. Así, emergieron fracciones y partidos comunistas en todas partes, no sólo en Europa y EEUU, también en Latinoamérica y Asia. Al cabo de dos años, la Internacional Comunista estaba presente en todos los continentes con cientos de miles de miembros.
La Internacional Comunista fue construida bajo la tradición de la Liga Comunista de Marx de 1847, de la Asociación Internacional de Trabajadores (Primera Internacional) y de la Segunda Internacional, antes de su degeneración.
Lenin y Trotsky destacaron sobre los demás dirigentes, y trataron de educar a los cuadros dirigentes nacionales de la Internacional, sobre la base de la experiencia de la Revolución Rusa y de los métodos organizativos del Partido bolchevique. Trotsky describió los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, que se celebraron anualmente, como una escuela de estrategia revolucionaria.
El I Congreso produjo un Manifiesto que era una denuncia del capitalismo y planteaba la necesidad de la revolución proletaria y mundial, y estableció los fundamentos de la nueva Internacional. En él podemos leer lo siguiente:
«.. Nuestra tarea consiste en generalizar la experiencia revolucionaria de la clase obrera, en librar al movimiento de las mezclas impuras de oportunismo y de social-patriotismo, en unir las fuerzas de todos los partidos verdaderamente revolucionarios del proletariado mundial, y facilitar y lograr la victoria de la Revolución comunista en todo el mundo. (…)
«Si la I Internacional previo el futuro desarrollo y preparó el camino, si la II Internacional reunió y organizó a millones de proletarios, la III Internacional será la Internacional de la acción de las masas, la Internacional de las realizaciones revolucionarias.
«La crítica socialista ha flagelado suficientemente el orden burgués. La tarea del partido comunista internacional consiste en subvertir ese orden de cosas y construir en su lugar el régimen socialista. Pedimos a los obreros y obreras de todos los países que se unan bajo la bandera del comunismo (…)
«¡Uníos en la lucha contra la barbarie imperialista, contra la monarquía y las clases privilegiadas, contra el Estado burgués y la propiedad burguesa, contra todos los aspectos y todas las formas de la opresión de las clases o de las naciones!
«Proletarios de todos los países, uníos bajo la bandera de los Soviets obreros, de la lucha revolucionaria por el poder y de la dictadura del proletariado.»
(«Manifiesto de la Internacional Comunista a los proletarios de todo el mundo«, marzo 1919)
En los siguientes tres congresos se elaboraron las tesis y manifiestos sobre cuestiones clave: los sindicatos, el parlamentarismo, el frente único, la mujer trabajadora, la juventud, la cuestión nacional y colonial, entre otras, que sentaron la base programática marxista para abordar todas estas cuestiones y que mantienen toda su vigencia.
El II Congreso
El II Congreso, celebrado en julio y agosto de 1920, tuvo 220 delegados. Un punto importante de ese congreso fueron las Tesis sobre Oriente y el mundo colonial. Lenin describió el despertar de los pueblos de Asia como una potente palanca para la revolución mundial. El deber de la clase obrera de los países avanzados con colonias era apoyar la lucha de liberación nacional, al mismo tiempo proclamaba que la lucha de clases nacional está supeditada a la lucha de clases internacional. El enfoque internacional era la clave de bóveda de la política de la Internacional Comunista.
Por esa época ya estaba presente el movimiento de liberación nacional en India, Persia y China. El Partido comunista chino fue fundado en 1921. Las tesis comunistas al respecto señalaban que se debía entrar en una alianza temporal con la democracia burguesa colonial (en los países coloniales no independientes), pero la clase obrera debía organizarse en partidos comunistas independientes para disputar a la primera la dirección del movimiento. Esto tuvo relevancia más tarde, cuando la Internacional estalinizada se disolvió en China en el Kuomintang (el partido de la burguesía nacional), haciendo fracasar la revolución.
La Internacional Comunista también trató en detalle la cuestión sindical. En el II Congreso, las tesis sobre el movimiento sindical señalaban la tendencia del aparato sindical a fusionarse con el Estado, pero también que las masas recién despertadas a la lucha tras el final de la guerra entrarían en estos sindicatos, y que eso creaba las bases para su transformación. Para combatir a la burocracia y ganar a los trabajadores de base, los comunistas debían mantenerse dentro de estos sindicatos y evitar crear “sindicatos rojos” minoritarios. También entendieron que en determinadas circunstancias las escisiones de masas eran inevitables y en ese caso los comunistas debían acompañar a los obreros más avanzados.
El problema al que se enfrentaron en la formación de la Internacional, por la presión de las masas que empujaban a los viejos aparatos hacia la izquierda y por las características propias de los viejos partidos que se unieron, es que hubo inicialmente muchos oportunistas. Por eso en el II Congreso se aprobaron las famosas “21 Condiciones” para afiliarse a la III Internacional. El primer artículo dice que las publicaciones del partido deben estar subordinadas a la dirección. También se señala el control de los cargos públicos por el partido y la necesidad de remover de sus filas a todos los oportunistas. Se formula que la política adoptada en los congresos internacionales es obligatoria para los partidos nacionales, a diferencia del carácter federal y diplomático de la II Internacional, y que los programas nacionales deben ser ratificados por los congresos internacionales y la dirección de la Internacional.
También, al principio, se desarrollaron tendencias ultraizquierdistas, por el empuje de capas jóvenes inexperimentadas que cuestionaban el trabajo en los sindicatos, el parlamentarismo y las políticas de frente único con los reformistas, y que amenazaban con convertir a los partidos comunistas en sectas, alejadas de las masas trabajadoras. Fue por ese motivo que, para este II Congreso, Lenin escribió su obra La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo para responder a estas tendencias.
El III Congreso
En el III Congreso, celebrado en julio de 1921, se abordó el trabajo entre las mujeres obreras. En estas tesis se plantea que la emancipación de la mujer trabajadora sólo es posible a través de la emancipación de la clase obrera, que el partido debe combatir los prejuicios reaccionarios contra las mujeres entre los obreros, y que los comunistas no deben fomentar organizaciones ni reuniones separadas de mujeres y hombres en la lucha contra la opresión de la mujer.
También se abordó el papel de la juventud comunista. Según estas tesis, la juventud comunista no debe tener una existencia política separada. Su papel es ganar a la juventud obrera, educarla y preparar los futuros cuadros del partido. Se formó una organización juvenil comunista internacional, pero como sección de la Internacional Comunista, y bajo su dirección.
Mientras que los problemas de oportunismo fueron relativamente solucionados, más serios y prolongados fueron los problemas de ultraizquierdismo. En el III Congreso hubo una batalla importante donde Lenin y Trotsky fueron señalados por sus adversarios ultraizquierdistas de estar en el ala derecha de la Internacional. La cuestión del frente único fue el debate central en este congreso, lo mismo que en el IV Congreso. Era éste ya un período de estabilización del capitalismo tras las experiencias revolucionarias fallidas en Alemania, Hungría e Italia, y en coincidencia con un repunte de la economía capitalista.
En ese momento, donde se posponía el asalto a la fortaleza capitalista, la tarea que se planteaba a los partidos comunistas era ganar a las masas, una parte de las cuales aún se ubicaba bajo los partidos socialistas. Esto sólo podía hacerse a través de la táctica del frente único con las demás organizaciones obreras por demandas económicas y democráticas.
El IV Congreso
Fue en el IV Congreso (diciembre de 1922) donde la cuestión del frente único adopta su forma más desarrollada en las Tesis sobre el frente único, en un momento donde se producía un reavivamiento de las ilusiones reformistas, favorecidas por el boom económico. Estas tesis son muy concretas, pues además de las formulaciones generales se detienen país por país, planteando de manera específica la forma que tal frente único debe adoptar. La consigna central era: ¡Hacia las masas, por un frente único de los trabajadores! De esta manera se colocaba la responsabilidad por la división en los dirigentes reformistas, que se negaban a luchar junto a los comunistas. Por ejemplo, en Gran Bretaña, se planteaba que el Partido Comunista debía lanzar una campaña vigorosa para ser admitido en el Partido Laborista, lo que se consiguió eventualmente. Pero, se insistía en la absoluta independencia en las ideas y propaganda, incluido el deber de criticar a los aliados, en toda política de frente único.
Frente a la caricatura burocrática en que degeneró el estalinismo, la política de Lenin y Trotsky en sus polémicas y debates con sus adversarios políticos dentro de la Internacional era convencer a través del debate político. Nunca utilizaron métodos organizativos, como las sanciones o expulsiones, para resolver problemas políticos.
Esta sí fue la norma en la Internacional Comunista estalinizada, que vino acompañada del tutelaje burocrático sobre los partidos comunistas nacionales, la sustitución por arriba de sus dirigentes, y de giros bruscos a derecha e izquierda en la línea política de la Internacional que condujeron a horribles derrotas en Gran Bretaña (fracaso de la Huelga General de 1926), China (aplastamiento de las insurrecciones de Shanghai y Cantón en 1927), Alemania (en 1923 y 1933), y España (1936-39).
Por qué degeneró la Internacional Comunista
El proceso de burocratización de la Internacional Comunista se inició en paralelo a la degeneración burocrática del Estado soviético y del partido ruso. La Unión Soviética era un país mayoritariamente campesino y atrasado, a lo que se unía la devastación causada por la guerra mundial y la guerra civil (1918-1920). Su única esperanza de sobrevivir era extender la revolución socialista fuera de sus fronteras. Pero la derrota de la revolución europea en el período de 1919 a 1921, por la traición de la socialdemocracia y la inexperiencia de las direcciones nacionales de los partidos comunistas europeos, dejó aislada a la Unión Soviética, y provocó una involución dentro de la capa dirigente, que desarrolló tendencias burocráticas, desviaciones nacionalistas y un profundo escepticismo hacia la revolución mundial.
La estabilización capitalista del período 1922-1929, que alejaba la perspectiva revolucionaria inmediata, más el inicio de la reconstrucción económica soviética profundizó el escepticismo revolucionario de la capa dirigente y sentó las bases para el desarrollo de un modo de vida pequeñoburgués y de privilegios materiales para la misma, en paralelo a la desaparición de los elementos de democracia obrera existentes bajo Lenin.
En 1923 se formó la Oposición de Izquierda, encabezada por León Trotsky y los cuadros más capaces del partido, que quedaron aislados por el agotamiento de la clase obrera rusa y por el garrote burocrático de la máquina del partido, en manos de Stalin.
Zinóviev, que estaba a la cabeza de la Internacional Comunista, formó junto con Kámenev y Stalin un Triunvirato, que gobernaba en la sombra. Zinóviev extendió a la Internacional los métodos burocráticos.
La inferior calidad política de la nueva dirección, con su impresionismo y conservadurismo de aparato, fue la responsable de las derrotas cosechadas a partir de 1923, extendiendo el desánimo entre los obreros rusos, que se apartaban aún más de la actividad política y que reforzaba la deriva burocrática de la dirección.
La Internacional Comunista estalinizada
En el V Congreso (1924) todavía la Oposición de Izquierda pudo hace llegar su voz. Denunció la “teoría del socialismo en un solo país” (que Rusia con sus solas fuerzas era capaz de alcanzar el socialismo) defendida por Stalin, y que encarnaba la deriva nacionalista de la naciente burocracia soviética.
En el VI Congreso (1928), la Oposición de Izquierda no pudo participar porque había sido expulsada del partido y sus dirigentes encarcelados o deportados, aunque Trotsky pudo hacer llegar accidentalmente algunas copias de su crítica al programa oficial de la Internacional, que permitió establecer los primeros contactos de los oposicionistas rusos con comunistas extranjeros, y así establecer la Oposición de Izquierda Internacional. Dicha crítica de Trotsky fue publicada posteriormente con el título de La Internacional Comunista después de Lenin donde pronosticaba la degeneración nacionalista y reformista de los partidos comunistas nacionales, como efectivamente sucedió.
El año 1933 marcó el punto decisivo de la degeneración de la Tercera Internacional, con la toma del poder por Hitler en Alemania sin ninguna oposición de la clase obrera por la paralización a que fue sometida por los dirigentes socialdemócratas y estalinistas alemanes, estos últimos con el apoyo de la burocracia moscovita.
El triunfo del fascismo en Alemania “sin romper un cristal”, ante la clase obrera más poderosa y organizada de Europa, no provocó ni un murmullo de crítica en toda la Internacional Comunista hacia la política seguida en Alemania, Esto llevó a Trotsky a declarar que aquélla estaba muerta como instrumento revolucionario, y planteó la necesidad de levantar una nueva Internacional revolucionaria, la Cuarta, fundada en 1938.
El VII Congreso (1935) fue enteramente formal. Las decisiones ya estaban adoptadas de antemano antes incluso de reunirse. Este congreso proclamó los Frentes Populares, una política menchevique consistente en la alianza de los partidos comunistas con las alas “progresistas” de la burguesía, diseñados para frenar al fascismo pero que en realidad se ocuparon de aplastar las aspiraciones revolucionarias de las masas sin poder tampoco vencer al fascismo, como sucedió en España en 1936-1939.
Un final indigno y despreciable
Toda la política de Stalin y sus secuaces en los años 30 y en la II Guerra Mundial fue tratar de alcanzar una coexistencia con el mundo capitalista, alternando alianzas con las “democracias” y los fascismos alemán e italiano. La invasión de Rusia por Alemania en 1941 hizo retornar la alianza de la URSS con los Aliados “democráticos”, y el 15 de mayo de 1943, Stalin sin un Congreso y sin consultar con sus partidos adherentes, disolvió por decreto la Internacional Comunista “como gesto de buena voluntad” hacia los Aliados. De esta manera, desapareció la Internacional Comunista de la historia “de la forma más indigna y despreciable posible de concebir”, en palabras del dirigente trotskista británico Ted Grant.
Cien años después, los comunistas y revolucionarios de todo el mundo tenemos que aprender las lecciones que se desprenden de la historia la Tercera Internacional.
Hoy el estalinismo ha desaparecido como fuerza política destacable. La socialdemocracia está descompuesta y su autoridad mengua día a día. Y la crisis prolongada del capitalismo mundial está preparando el surgimiento de corrientes revolucionarias y una radicalización hacia la izquierda.
Pese a todo, la Internacional vive
La necesidad de una nueva Internacional Comunista genuina, que agrupe, inspire y guíe la lucha revolucionaria futura de la clase trabajadora mundial nunca ha sido tan acuciante. Pese a todo, la Internacional Comunista vive, no como organización y aparato, pero sí en las ideas, programa y tradiciones que legó a la clase obrera mundial y que provocó el terror y el odio del mundo capitalista.
Pero una nueva Internacional Comunista no se proclama por decreto. Es nuestra tarea aplicar sus políticas y extender las ideas del marxismo y de la revolución socialista en capas cada vez más amplias, a la espera de que los acontecimientos provoquen un salto cualitativo en la conciencia de los trabajadores y que millones hagan estas ideas suyas. Pero la condición para ello es que exista previamente una fuerte corriente marxista que, como el Partido bolchevique antes de 1917, agrupe a las capas más avanzadas de la clase obrera y de la juventud, antes del estallido de acontecimientos revolucionarios.
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